ACTO TERCERO
ESCENA II
[Roma. El Foro]
Entra Bruto1 y sube al "rostrum2"; y Casio3 con los Ciudadanos.
CIUDADANOS. Han de darnos explicaciones: tienen que satisfacernos.
BRUTO. Entonces segidme, y prestadme atención, amigos. Casio, tú vete a la otra calle: separemos a la multitud. Los que me quieran oír hablar, que se queden aquí; los que quieran seguir a Casio, que se vayan con él, y se darán explicaciones públicas de la muerte de César4.
CIUDADANO PRIMERO. Yo quiero oír hablar a Bruto.
CIUDADANO SEGUNDO. Yo quiero oír a Casio y comparar sus razones cuando las oigamos dar por separado.
Se va Casio con algunos Ciudadanos.
CIUDADANO TERCERO. El ilustre Bruto ha subido: ¡silencio!
BRUTO. Tened paciencia hasta el final. Romanos, compatriotas, amigos, escuchadme en mi motivación, y estad callados para que podáis oír. Creedme por mi honor, y tened respeto a mi honor, para que creáis. Censuradme en vuestra prudencia, y despertad vuestros sentidos, para juzgar mejor. Si en esta reunión hay algún afectuoso amigo de César, le digo que el cariño de Bruto a César no era menos que el suyo. Entonces, si ese amigo pregunta por qué Bruto se levantó contra César, mi respuesta es ésta: no es que yo amara menos a César, sino que amaba más a Roma. ¿Preferiríáis que viviera César y todos fuerais esclavos, en vez de que César haya muerto y todos viváis como hombres libres? Puesto que César me quiso, le lloro; puesto que fue afortunado, me alegro de ello; puesto que fue valiente, le honro; pero, puesto que era ambicioso, le he matado. Aquí hay lágrimas, por su cariño; alegría, por su suerte; honor, por su valentía; y muerte, por su ambición. ¿Quién hay aquí tan vil que quiera ser esclavo? Si lo hay, que hable, porque a ése es a quien he ofendido. ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su patria? Si lo hay, que hable, porque a ése es a quien he ofendido. Me detengo en espera de respuesta.
TODOS. Nadie, Bruto, nadie.
BRUTO. Entonces no he ofendido a nadie. No he hecho a César más que lo que tenéis que hacer a Bruto. El motivo de su muerte está inscrito en el Capitolio: no se ha menguado su gloria, en aquello en que fue digno; ni se han deformado los delitos por los que sufrió la muerte.
Entra Marco Antonio5, con el cadáver de César.
Aquí viene su cadáver, llorado por Marco Antonio, que, aunque no tuvo parte en su muerte, recibirá el beneficio de que haya muerto, un puesto en la república, y ¿quién de vosotros no? Y con esto, me retiro, pues, igual que he matado a quien más quería por el bien de Roma, tengo para mí esa misma daga, cuando a mi nación le parezca bien tener necesidad de mi muerte.
TODOS. Vive, Bruto, vive, vive.
CIUDADANO PRIMERO. Llevadle a su casa en triunfo.
CIUDADANO SEGUNDO. Dadle una estatua con sus antepasados.
CIUDADANO TERCERO. Hacedle César.
CIUDADANO CUARTO. Las mejores cualidades de César han de ser coronadas en Bruto.
CIUDADANO PRIMERO. Le llevaremos a su casa con gritos y clamores.
BRUTO. ¡Compatriotas míos!
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Callad, silencio! Habla Bruto.
CIUDADANO PRIMERO. ¡Callad, eh!
BRUTO. Mis buenos compatriotas, dejadme marchar solo, y, en atención a mí, quedáos aquí con Antonio: honrad el cadáver de César, y haced honor a su discurso que dará gloria a César, como, por nuestra licencia, se le permite a Marco Antonio que haga. Os ruego que no se marche nadie más que yo mismo hasta que Antonio termine de hablar. (Se va.)
CIUDADANO PRIMERO. ¡Quietos, eh! Oigamos a Marco Antonio.
CIUDADANO TERCERO. Que suba a la tribuna pública, y le oiremos: noble Antonio, sube.
ANTONIO. Os estoy agradecido, en atención a Bruto.
CIUDADANO CUARTO. ¿Qué dice de Bruto?
CIUDADANO TERCERO. Dice que, en atención a Bruto, nos está agradecido a todos.
CIUDADANO CUARTO. ¡Más valdría que no dijera aquí nada malo de Bruto!
CIUDADANO PRIMERO. Ese César fue un tirano.
CIUDADANO TERCERO. No, lo cierto es que tenemos suerte con que Roma haya quedado libre de él.
CIUDADANO SEGUNDO. Callad, vamos a oír lo que pueda decir Antonio.
ANTONIO. ¡Oh amables romanos!
TODOS. ¡Callad, eh! ¡Dejad que le oigamos!
ANTONIO. Amigos, romanos, compatriotas, prestadme oídos: vengo a sepultar a César, no a elogiarle. El mal que hacen los hombres, vive después de ellos; el bien, muchas veces, queda enterrado con sus huesos: sea así con César. El ilustre Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si así fue, fue una grave falta, y César la ha pagado gravemente, Aquí, con permiso de Bruto y de los demás (pues Bruto es un hombre honrado, y los demás también: todos son hombres honrados) vengo a hablar en el funeral de César. Él fue amigo mío, fiel y justo conmigo, pero Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Trajo a Roma muchos cautivos cuyos rescates llenaron las arcas públicas. ¿Pareció César ambicioso en esto? Cuando los pobres clamaban, César lloraba: la ambición debería estar hecha de materia más dura. Sin embargo, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Visteis todos que en el Lupercal le ofrecí tres veces una corona real, y él la rechazó tres veces. ¿Fue eso ambición? Sin embargo, Bruto dice que era ambicioso, y, por supuesto, él es un hombre honrado, No hablo para desmentir lo que dijo Bruto, sino que estoy aquí para decir lo que sé: todos vosotros le quisisteis antes, no sin razón. ¿Qué razón, entonces, os impide llorarle? ¡Ah juicio! has huido a las bestias irracionales, y los hombres han perdido la razón. Perdonadme: mi corazón está aquí en el ataúd con César, y tengo que detenerme hasta que vuelva a mí.
CIUDADANO PRIMERO. Me parece que tiene mucha razón en lo que dice.
CIUDADANO SEGUNDO. Si consideras bien el asunto, a César se le ha hecho un gran agravio.
CIUDADANO TERCERO. ¿Se le ha hecho, señores? Me temo que vendrá otro peor en su lugar.
CIUDADANO CUARTO. ¿Os fijasteis en sus palabras? No quería recibir la corona, de modo que está claro que no era ambicioso.
CIUDADANO PRIMERO. Si así resulta, algunos lo pagarán caro.
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Pobre hombre! TIene los ojos rojos como el fuego de tanto llorar.
CIUDADANO TERCERO. No hay en Roma un hombre más noble que Antonio.
CIUDADANO CUARTO. Fijaos ahora en él: otra vez empieza a hablar.
ANTONIO. Ayer mismo, la palabra de César podía enfrentarse al mundo; ahora yace ahí, y nadie es tan poca cosa que le haga reverencia. ¡Ah señores! Si pretendiera remover vuestros corazones y ánimos al desorden y la cólera, agraviaría a Bruto y a Casio, que, como sabéis todos, son hombres honrados. No les agraviaré: prefiero más bien agraviar al muerto, agraviarme a mí mismo y a vosotros, antes que agraviar a tan honrados hombres. Pero aquí hay un pergamino con el sello de César: lo encontré en su cuarto. Es su última voluntad: los villanos, sólo con que oyeran este testamento (que, perdonadme, no pienso leer), irían a besar las heridas de César muerto y a mojar sus pañuelos en su sangre sagrada: más aún, pedirían un pelo suyo como reliquia, y al morir, lo mencionarían en sus testamentos, dejándolo a su progenie como rico legado.
CIUDADANO CUARTO. Queremos oír el testamento: léelo, Marco Antonio.
TODOS. El testamento, el testamento: queremos oír el testamento de César.
ANTONIO. Tened paciencia, amables amigos, no debo leerlo. No es conveniente que sepáis cómo os quería César: no sois madera, no sois piedra, sino hombres, el escuchar el testamento de César os inflamará y os volverá locos: está bien que no sepáis que sois sus herederos, pues, si lo supierais, ah ¿qué resultaría de ello?
CIUDADANO CUARTO. Lee el testamento: queremos oírlo, Antonio: tienes que leernos el testamento, el testamento de César.
ANTONIO. ¿Vais a tener paciencia? ¿Queréis esperar un poco? Me he excedido al hablaros de ello: temo que agravio a los hombres honrados cuyas dagas apuñalaron a César: lo temo.
CIUDADANO CUARTO. Fueron traidores. ¿Qué hombres honrados?
TODOS. El testamento, la última voluntad.
CIUDADANO SEGUNDO. Fueron villanos, asesinos: el testamento, lee el testamento.
ANTONIO. Me vais a obligar entonces a leer el testamento. Reuníos, pues, en círculo en torno al cadáver de César y dejadme mostraros al que hizo el testamento: ¿he de bajar? ¿me lo permitiréis?
TODOS. Baja.
CIUDADANO SEGUNDO. Desciende.
CIUDADANO TERCERO. Te lo permitiremos.
CIUDADANO CUARTO. En círculo: poneos alrededor.
CIUDADANO PRIMERO. Apartaos del ataúd, apartaos del cadáver.
CIUDADANO SEGUNDO. Dejad sitio a Antonio, al nobilísimo Antonio.
ANTONIO. Ea, no me apretéis tanto, apartaos.
TODOS. Echaos atrás: sitio, echaos atrás.
ANTONIO. Si tenéis lágrimas, preparaos para verterlas ahora. Todos vosotros conocéis este manto: recuerdo la primera vez que se lo puso César. Fue un atardecer de verano, en su tienda, el día que venció a los de Nervi. Mirad, por este sitio se clavó el puñal de Casio: mirad qué desgarrón hizo el rencoroso Casca6: a través de éste, el bienamado Bruto le apuñaló, y al retirar su maldito acero, fijaos cómo lo siguió la sangre de César, como precipitándose a salir por la puerta para averiguar si era o no Bruto quien llamaba tan cruelmente; pues, como sabéis, Bruto era el ángel de César. Juzgad, oh dioses, qué profundamente le quiso César: éste fue el tajo más cruel de todos. Pues cuando el noble César le vio que le apuñalaba, le venció la ingratitud, más fuerte que los brazos de los traidores; entonces estalló su poderoso corazón, y envolviendo el rostro en el manto, al pie de la estatua de Pompeyo7 (que durante todo ese tiempo manó sangre) cayó el gran César. ¡Ah qué caída fue esa, mis compatriotas! Entonces yo, y vosotros, y todos nosotros caímos, mientras la sanguinaria traición triunfaba sobre nosotros. Ah, ahora lloráis y noto que sentís el mordisco de la compasión: ésas son gotas de generosidad. Almas bondadosas, ¿cómo? ¿lloráis sólo de ver herida la toga de César? Mirad aquí: aquí está él mismo, despedazado como veis por los traidores.
CIUDADANO PRIMERO. ¡Ah espectáculo lamentable!
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Oh noble César!
CIUDADANO TERCERO. ¡Ah día de desgracia!
CIUDADANO CUARTO. ¡Ah traidores, villanos!
CIUDADANO PRIMERO. ¡Ah visión sangrienta!
CIUDADANO SEGUNDO. Nos vengaremos8. ¡Venganza, ve por ahí, a buscar, a quemar, a incendiar, a matar, a exterminar! No dejes un traidor vivo.
ANTONIO. Esperad, compatriotas.
CIUDADANO PRIMERO. Callad ahí, oíd al noble Antonio.
CIUDADANO SEGUNDO. Le oiremos, le seguiremos, moriremos con él.
ANTONIO. Buenos amigos, dulces amigos, no quiero sublevaros a tan repentino desbordamiento de rebelión. Los que han hecho esta acción, son honrados. Yo no sé, ay, qué agravios particulares tuvieron para llevarles a hacerlo: son prudentes y honrados, y no dudo de que os responderán con razones. Yo, amigos, no vengo para apoderarme de vuestros corazones. Yo no soy orador, como lo es Bruto: sino -tal como me conocéis todos- un hombre sencillo y franco que quiero a mi amigo, y lo saben muy bien ellos, que me han dado permiso para hablar de él en público: pues no tengo texto escrito9 ni palabras ni valor ni habilidad ni elocuencia ni poder de lenguaje para removerles la sangre a los hombres. Yo hablo sólo por las buenas: os digo lo que sabéis vosotros mismos, os muestro las heridas del amado César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que hablen por mí: pero si yo fuera Bruto, y Bruto fuera Antonio, habría un Antonio que os agitaría los ánimos y pondría una lengua en cada herida de César para mover hasta a las piedras de Roma a la rebelión y el motín.
TODOS. ¡Nos amotinaremos!
CIUDADANO PRIMERO. Quemaremos la casa de Bruto.
CIUDADANO TERCERO. Vamos allá, venid a buscar a los conspiradores.
ANTONIO. Pero escuchadme, compatriotas, escuchadme hablar todavía.
TODOS. Callad, eh, oíd a Antonio, el nobilísimo Antonio.
ANTONIO. ¿Qué es eso, amigos? ¿Os vais a hacer no sábeis qué? ¿En qué ha merecido César de ese modo vuestro cariño? Ay, no lo sabéis: os lo tengo que decir entonces: habéis olvidado el testamento de que os hablé.
TODOS. Es mucha verdad: el testamento. Esperémonos a oír el testamento.
ANTONIO. Aquí está el testamento, y bajo el sello de César: da a cada ciudadano romano setenta y cinco dracmas por cabeza.
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Nobilísimo César, vengaremos su muerte!
CIUDADANO TERCERO. ¡Ah egregio César!
ANTONIO. Escuchadme con paciencia.
TODOS. ¡Silencio, eh!
ANTONIO. Además, os ha dejado todos sus paseos, sus glorietas particulares, sus jardines recién plantados a esta orilla del Tíber: os lo ha dejado a vosotros y a vuestros herederos para siempre: lugares públicos de recreo para pasear y disfrutar. Ése fue un César: ¿cuándo saldrá otro igual?
CIUDADANO PRIMERO. Nunca, nunca; ea, vamos, vamos: incineraremos su cadáver en el lugar sagrado, y con las ascuas quemaremos las casas de los traidores. Llevaos el cadáver.
CIUDADANO SEGUNDO. Id a buscar fuego.
CIUDADANO TERCERO. Derribad bancos.
CIUDADANO CUARTO. Derribad asientos, ventanas, todo.
Se van los Ciudadanos llevándose el cadáver.
ANTONIO. Ahora, hay que dejarlo actuar. Ruina, estás en marcha: toma la dirección que quieras. ¿Qué hay, mozo?
Entra un Criado.
CRIADO. Señor, Octavio10 ya ha llegado a Roma.
ANTONIO. ¿Dónde está?
CRIADO. Está con Lépido11 en casa de César.
ANTONIO. Allí iré derecho, a visitarle: llega conforme al deseo. La fortuna está contenta, y con ese humor, nos dará cualquier cosa.
CRIADO. Le he oído decir que Bruto y Casio han salido al galope como locos por la puerta de Roma.
ANTONIO. Quizás han tenido noticia de cómo he agitado a la gente. Acompáñame a ver a Octavio. (Se van.)
BRUTO. Entonces no he ofendido a nadie. No he hecho a César más que lo que tenéis que hacer a Bruto. El motivo de su muerte está inscrito en el Capitolio: no se ha menguado su gloria, en aquello en que fue digno; ni se han deformado los delitos por los que sufrió la muerte.
Entra Marco Antonio5, con el cadáver de César.
Aquí viene su cadáver, llorado por Marco Antonio, que, aunque no tuvo parte en su muerte, recibirá el beneficio de que haya muerto, un puesto en la república, y ¿quién de vosotros no? Y con esto, me retiro, pues, igual que he matado a quien más quería por el bien de Roma, tengo para mí esa misma daga, cuando a mi nación le parezca bien tener necesidad de mi muerte.
TODOS. Vive, Bruto, vive, vive.
CIUDADANO PRIMERO. Llevadle a su casa en triunfo.
CIUDADANO SEGUNDO. Dadle una estatua con sus antepasados.
CIUDADANO TERCERO. Hacedle César.
CIUDADANO CUARTO. Las mejores cualidades de César han de ser coronadas en Bruto.
CIUDADANO PRIMERO. Le llevaremos a su casa con gritos y clamores.
BRUTO. ¡Compatriotas míos!
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Callad, silencio! Habla Bruto.
CIUDADANO PRIMERO. ¡Callad, eh!
BRUTO. Mis buenos compatriotas, dejadme marchar solo, y, en atención a mí, quedáos aquí con Antonio: honrad el cadáver de César, y haced honor a su discurso que dará gloria a César, como, por nuestra licencia, se le permite a Marco Antonio que haga. Os ruego que no se marche nadie más que yo mismo hasta que Antonio termine de hablar. (Se va.)
CIUDADANO PRIMERO. ¡Quietos, eh! Oigamos a Marco Antonio.
CIUDADANO TERCERO. Que suba a la tribuna pública, y le oiremos: noble Antonio, sube.
ANTONIO. Os estoy agradecido, en atención a Bruto.
CIUDADANO CUARTO. ¿Qué dice de Bruto?
CIUDADANO TERCERO. Dice que, en atención a Bruto, nos está agradecido a todos.
CIUDADANO CUARTO. ¡Más valdría que no dijera aquí nada malo de Bruto!
CIUDADANO PRIMERO. Ese César fue un tirano.
CIUDADANO TERCERO. No, lo cierto es que tenemos suerte con que Roma haya quedado libre de él.
CIUDADANO SEGUNDO. Callad, vamos a oír lo que pueda decir Antonio.
ANTONIO. ¡Oh amables romanos!
TODOS. ¡Callad, eh! ¡Dejad que le oigamos!
ANTONIO. Amigos, romanos, compatriotas, prestadme oídos: vengo a sepultar a César, no a elogiarle. El mal que hacen los hombres, vive después de ellos; el bien, muchas veces, queda enterrado con sus huesos: sea así con César. El ilustre Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si así fue, fue una grave falta, y César la ha pagado gravemente, Aquí, con permiso de Bruto y de los demás (pues Bruto es un hombre honrado, y los demás también: todos son hombres honrados) vengo a hablar en el funeral de César. Él fue amigo mío, fiel y justo conmigo, pero Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Trajo a Roma muchos cautivos cuyos rescates llenaron las arcas públicas. ¿Pareció César ambicioso en esto? Cuando los pobres clamaban, César lloraba: la ambición debería estar hecha de materia más dura. Sin embargo, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Visteis todos que en el Lupercal le ofrecí tres veces una corona real, y él la rechazó tres veces. ¿Fue eso ambición? Sin embargo, Bruto dice que era ambicioso, y, por supuesto, él es un hombre honrado, No hablo para desmentir lo que dijo Bruto, sino que estoy aquí para decir lo que sé: todos vosotros le quisisteis antes, no sin razón. ¿Qué razón, entonces, os impide llorarle? ¡Ah juicio! has huido a las bestias irracionales, y los hombres han perdido la razón. Perdonadme: mi corazón está aquí en el ataúd con César, y tengo que detenerme hasta que vuelva a mí.
CIUDADANO PRIMERO. Me parece que tiene mucha razón en lo que dice.
CIUDADANO SEGUNDO. Si consideras bien el asunto, a César se le ha hecho un gran agravio.
CIUDADANO TERCERO. ¿Se le ha hecho, señores? Me temo que vendrá otro peor en su lugar.
CIUDADANO CUARTO. ¿Os fijasteis en sus palabras? No quería recibir la corona, de modo que está claro que no era ambicioso.
CIUDADANO PRIMERO. Si así resulta, algunos lo pagarán caro.
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Pobre hombre! TIene los ojos rojos como el fuego de tanto llorar.
CIUDADANO TERCERO. No hay en Roma un hombre más noble que Antonio.
CIUDADANO CUARTO. Fijaos ahora en él: otra vez empieza a hablar.
ANTONIO. Ayer mismo, la palabra de César podía enfrentarse al mundo; ahora yace ahí, y nadie es tan poca cosa que le haga reverencia. ¡Ah señores! Si pretendiera remover vuestros corazones y ánimos al desorden y la cólera, agraviaría a Bruto y a Casio, que, como sabéis todos, son hombres honrados. No les agraviaré: prefiero más bien agraviar al muerto, agraviarme a mí mismo y a vosotros, antes que agraviar a tan honrados hombres. Pero aquí hay un pergamino con el sello de César: lo encontré en su cuarto. Es su última voluntad: los villanos, sólo con que oyeran este testamento (que, perdonadme, no pienso leer), irían a besar las heridas de César muerto y a mojar sus pañuelos en su sangre sagrada: más aún, pedirían un pelo suyo como reliquia, y al morir, lo mencionarían en sus testamentos, dejándolo a su progenie como rico legado.
CIUDADANO CUARTO. Queremos oír el testamento: léelo, Marco Antonio.
TODOS. El testamento, el testamento: queremos oír el testamento de César.
ANTONIO. Tened paciencia, amables amigos, no debo leerlo. No es conveniente que sepáis cómo os quería César: no sois madera, no sois piedra, sino hombres, el escuchar el testamento de César os inflamará y os volverá locos: está bien que no sepáis que sois sus herederos, pues, si lo supierais, ah ¿qué resultaría de ello?
CIUDADANO CUARTO. Lee el testamento: queremos oírlo, Antonio: tienes que leernos el testamento, el testamento de César.
ANTONIO. ¿Vais a tener paciencia? ¿Queréis esperar un poco? Me he excedido al hablaros de ello: temo que agravio a los hombres honrados cuyas dagas apuñalaron a César: lo temo.
CIUDADANO CUARTO. Fueron traidores. ¿Qué hombres honrados?
TODOS. El testamento, la última voluntad.
CIUDADANO SEGUNDO. Fueron villanos, asesinos: el testamento, lee el testamento.
ANTONIO. Me vais a obligar entonces a leer el testamento. Reuníos, pues, en círculo en torno al cadáver de César y dejadme mostraros al que hizo el testamento: ¿he de bajar? ¿me lo permitiréis?
TODOS. Baja.
CIUDADANO SEGUNDO. Desciende.
CIUDADANO TERCERO. Te lo permitiremos.
CIUDADANO CUARTO. En círculo: poneos alrededor.
CIUDADANO PRIMERO. Apartaos del ataúd, apartaos del cadáver.
CIUDADANO SEGUNDO. Dejad sitio a Antonio, al nobilísimo Antonio.
ANTONIO. Ea, no me apretéis tanto, apartaos.
TODOS. Echaos atrás: sitio, echaos atrás.
ANTONIO. Si tenéis lágrimas, preparaos para verterlas ahora. Todos vosotros conocéis este manto: recuerdo la primera vez que se lo puso César. Fue un atardecer de verano, en su tienda, el día que venció a los de Nervi. Mirad, por este sitio se clavó el puñal de Casio: mirad qué desgarrón hizo el rencoroso Casca6: a través de éste, el bienamado Bruto le apuñaló, y al retirar su maldito acero, fijaos cómo lo siguió la sangre de César, como precipitándose a salir por la puerta para averiguar si era o no Bruto quien llamaba tan cruelmente; pues, como sabéis, Bruto era el ángel de César. Juzgad, oh dioses, qué profundamente le quiso César: éste fue el tajo más cruel de todos. Pues cuando el noble César le vio que le apuñalaba, le venció la ingratitud, más fuerte que los brazos de los traidores; entonces estalló su poderoso corazón, y envolviendo el rostro en el manto, al pie de la estatua de Pompeyo7 (que durante todo ese tiempo manó sangre) cayó el gran César. ¡Ah qué caída fue esa, mis compatriotas! Entonces yo, y vosotros, y todos nosotros caímos, mientras la sanguinaria traición triunfaba sobre nosotros. Ah, ahora lloráis y noto que sentís el mordisco de la compasión: ésas son gotas de generosidad. Almas bondadosas, ¿cómo? ¿lloráis sólo de ver herida la toga de César? Mirad aquí: aquí está él mismo, despedazado como veis por los traidores.
CIUDADANO PRIMERO. ¡Ah espectáculo lamentable!
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Oh noble César!
CIUDADANO TERCERO. ¡Ah día de desgracia!
CIUDADANO CUARTO. ¡Ah traidores, villanos!
CIUDADANO PRIMERO. ¡Ah visión sangrienta!
CIUDADANO SEGUNDO. Nos vengaremos8. ¡Venganza, ve por ahí, a buscar, a quemar, a incendiar, a matar, a exterminar! No dejes un traidor vivo.
ANTONIO. Esperad, compatriotas.
CIUDADANO PRIMERO. Callad ahí, oíd al noble Antonio.
CIUDADANO SEGUNDO. Le oiremos, le seguiremos, moriremos con él.
ANTONIO. Buenos amigos, dulces amigos, no quiero sublevaros a tan repentino desbordamiento de rebelión. Los que han hecho esta acción, son honrados. Yo no sé, ay, qué agravios particulares tuvieron para llevarles a hacerlo: son prudentes y honrados, y no dudo de que os responderán con razones. Yo, amigos, no vengo para apoderarme de vuestros corazones. Yo no soy orador, como lo es Bruto: sino -tal como me conocéis todos- un hombre sencillo y franco que quiero a mi amigo, y lo saben muy bien ellos, que me han dado permiso para hablar de él en público: pues no tengo texto escrito9 ni palabras ni valor ni habilidad ni elocuencia ni poder de lenguaje para removerles la sangre a los hombres. Yo hablo sólo por las buenas: os digo lo que sabéis vosotros mismos, os muestro las heridas del amado César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que hablen por mí: pero si yo fuera Bruto, y Bruto fuera Antonio, habría un Antonio que os agitaría los ánimos y pondría una lengua en cada herida de César para mover hasta a las piedras de Roma a la rebelión y el motín.
TODOS. ¡Nos amotinaremos!
CIUDADANO PRIMERO. Quemaremos la casa de Bruto.
CIUDADANO TERCERO. Vamos allá, venid a buscar a los conspiradores.
ANTONIO. Pero escuchadme, compatriotas, escuchadme hablar todavía.
TODOS. Callad, eh, oíd a Antonio, el nobilísimo Antonio.
ANTONIO. ¿Qué es eso, amigos? ¿Os vais a hacer no sábeis qué? ¿En qué ha merecido César de ese modo vuestro cariño? Ay, no lo sabéis: os lo tengo que decir entonces: habéis olvidado el testamento de que os hablé.
TODOS. Es mucha verdad: el testamento. Esperémonos a oír el testamento.
ANTONIO. Aquí está el testamento, y bajo el sello de César: da a cada ciudadano romano setenta y cinco dracmas por cabeza.
CIUDADANO SEGUNDO. ¡Nobilísimo César, vengaremos su muerte!
CIUDADANO TERCERO. ¡Ah egregio César!
ANTONIO. Escuchadme con paciencia.
TODOS. ¡Silencio, eh!
ANTONIO. Además, os ha dejado todos sus paseos, sus glorietas particulares, sus jardines recién plantados a esta orilla del Tíber: os lo ha dejado a vosotros y a vuestros herederos para siempre: lugares públicos de recreo para pasear y disfrutar. Ése fue un César: ¿cuándo saldrá otro igual?
CIUDADANO PRIMERO. Nunca, nunca; ea, vamos, vamos: incineraremos su cadáver en el lugar sagrado, y con las ascuas quemaremos las casas de los traidores. Llevaos el cadáver.
CIUDADANO SEGUNDO. Id a buscar fuego.
CIUDADANO TERCERO. Derribad bancos.
CIUDADANO CUARTO. Derribad asientos, ventanas, todo.
Se van los Ciudadanos llevándose el cadáver.
ANTONIO. Ahora, hay que dejarlo actuar. Ruina, estás en marcha: toma la dirección que quieras. ¿Qué hay, mozo?
Entra un Criado.
CRIADO. Señor, Octavio10 ya ha llegado a Roma.
ANTONIO. ¿Dónde está?
CRIADO. Está con Lépido11 en casa de César.
ANTONIO. Allí iré derecho, a visitarle: llega conforme al deseo. La fortuna está contenta, y con ese humor, nos dará cualquier cosa.
CRIADO. Le he oído decir que Bruto y Casio han salido al galope como locos por la puerta de Roma.
ANTONIO. Quizás han tenido noticia de cómo he agitado a la gente. Acompáñame a ver a Octavio. (Se van.)
Traducción de José María Valverde
1 MARCO BRUTO: conspirador contra Julio César.
2 Tribuna pública, pedestal de piedra, a modo de proa, para uso de los oradores. (Nota del traductor)
2 Tribuna pública, pedestal de piedra, a modo de proa, para uso de los oradores. (Nota del traductor)
3 CASIO: conspirador contra Julio César.
4 JULIO CÉSAR: dictador y, antes, uno de los componentes del Primer Triunvirato, junto con Pompeyo y Craso.
5 MARCO ANTONIO: triunviro después de la muerte de César, junto con Lépido y Octavio (2º Triunvirato).
6 CASCA: conspirador contra Julio César.
7 POMPEYO: triunviro del Primer Triunvirato, junto con César y Craso.
8 En ediciones modernas, las siguientes exclamaciones se distribuyen entre los otros tres Ciudadanos o entre otros que hasta ahora no hubieran dicho nada. (Nota del traductor)
9 Algunos leen wit, "ingenio", en vez de writ, "texto escrito". (Nota del Traductor)
10 OCTAVIO: sobrino-nieto e hijo adoptivo de César; triunviro del 2º Triunvirato (como se ha dicho), que más adelante se convertiría en el Primer Emperador bajo el título de Augusto.
11 LÉPIDO: uno de los componentes del 2º Triunvirato.
Un escrutador del alma humana, Shakespeare. Siempre hay alguien que hace lo que quiere con el resto...
ResponderEliminarEn este caso, Antonio.
ResponderEliminarImpresionante descripción de carateres: el ambicioso y resentido Casio; el dubitativo y honesto Bruto; y el manipulador (hoy lo llamaríamos "populista") y también ambicioso Antonio.
El discurso de Antonio es de una maestría inigualable en reflejar la manipulación de los demás por parte de una persona y ha quedado para siempre en la cultura colectiva, potenciado por la magnífica película de Mankiewicz, muy respetuosa con el original.
Sabés que no vi más que algunas partes de la película de Mankiewicz? A por ella.
ResponderEliminarSí, el discurso populista y también orwelliano: siempre cambiando el enemigo o el confrontado.
Lo de siempre: "Divide et impera" ("Divide y vencerás"): Julio César, Napoleón, Maquiavelo..., etc.
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