Ciudad extraña, hermosa y fea a un tiempo.
Rosalía de Castro, En las orillas del Sar,
Santa Escolástica, III, 1
Yo no pude elegir: abrí los ojosy la vida era lluvia y noche y piedra, y sólo
el húmedo reflejo de un farol gemebundo;
yo no tuve la culpa si invadieron mis sueños
las campanadas grises, el musgo, los paraguas
litúrgicos, aquellas nubes pétreas;
yo no tengo la culpa si esa melancolía
fue mi patria nativa, la costumbre
de mis años silvestres; y tampoco si ahora
llevo conmigo, dentro, aquella lluvia y lluvia
y lluvia que ponía
-...martes, miércoles, jueves...- pensativas
las piedras de Santiago.
De Codex 3, 1981
Cada poema de Miguel d'Ors una arista o faceta del diamante-poeta... Hará dos semanas encontré este artículo (que seguramente habrás leído...)
ResponderEliminarhttp://www.nuevarevista.net/articulos/la-poesia-de-miguel-dors
...que contribuye a semblantearlo y por qué no a definirlo como poeta de opuestos, rasgo para mí cada vez más nítido en él, divertido, melancólico, ácido, dulzón, tierno y filoso...
Claro de Luis Alberto de Cuenca lo define mejor: "entrañable y desapacible, exquisito y salvaje, cuidadoso y despreocupado", así es la poesía de Miguel d'Ors.
Conozco ese artículo, es más creo que es que el viene en el enlace "Miguel d'Ors"
ResponderEliminarEl amigo d'Ors es todo lo que decís Cuenca y tú, pero además es que este poema me llega de una forma especial. Amo la ciudad de Santiago, casi podría decir que es mi segunda (o tercera) casa, he andado por allí unas cuantas veces. Me gusta hasta su lluvia, qué digo, me gusta mucho más con su lluvia, esa lluvia que pone "pensativas las piedras de Santiago".
Qué papelón. Eso me pasa por pasarme el enlace...
ResponderEliminarPor cierto, no encuentro en la web el discurso de recepción del Premio Alfonso Reyes que cité en tu entrada anterior. De modo que lo escanearé de "El peregrino en su patria" (Obras Completas) y te lo enviaré a la brevedad.
Ya conoceré esa lluvia de Santiago de Compostela.
ResponderEliminarSe agradecerá ese discurso del Premio Alfonso Reyes.
ResponderEliminarAcabo de leer el discurso de Paz que me enviaste por correo. Magnífico, para releerlo con frecuencia.
ResponderEliminarLos premios son buenos y son malos: depende de quién los otorga, de quién los recibe y de cómo se conceden. En una sociedad ideal no habría premios pero tampoco habría castigos: unos y otros serían innecesarios. El saber, la bondad y el genio artístico no serían virtudes aisladas sino comunes y naturales. Cada uno de nosotros sería una encarnación de la rectitud, la poesía y la ciencia; cada bicho viviente sería una obra maestra. Pero en esa sociedad de hombres y mujeres perfectos saldrían sobrando las constituciones y las instituciones, los gobiernos y los tribunales, las artes y la literatura misma. Escribimos porque nos falta algo o porque algo nos sobra, por carencia o por exceso, es decir, por un desequilibrio. Leemos por la misma razón. Lo que llamamos civilización es la expresión del desequilibrio congénito de los hombres. Añado que ese desequilibrio es creador.
Admirable. Como admirable es también, en los siguientes párrafos, el estudio de las relaciones entre la literatura y el Estado.
Agradecido.