y no tocamos madera cuando tocamos un árbol.
Un árbol,
cuando ha exprimido el canto de sus ramas,
se recuesta en su tumba de madera,
toca madera y deja de ser árbol.
La madera de una silla no es madera muerta
y los árboles no son madera viva;
los árboles son árboles
y la madera es madera,
y los árboles muertos
son madera de pie,
madera con ramas y pájaros,
y no se sabe si los pájaros
los toman como árboles
o como lo que son: sillas silvestres,
madera para descansar que anhela que la quemen.
Los árboles se mueren de madera,
y el fuego,
que compendia en un minuto años de pájaros,
años de hormigas por las ramas,
conoce sólo un idioma: la madera,
y no sabe nada de los árboles.
El árbol "se muere de madera", genial, y "la madera no sabe nada de árboles", sabia lógica natural. Me encantó.
ResponderEliminarEstaba seguro de que te gustaría, dado que en tus poemas utilizas también mucho la paradoja o el contrasentido.
ResponderEliminarSï, ojalá yo tuviera (o me saliera) esa fluidez que en este poema es tan natural.
ResponderEliminarExistencialismo vegetal, si cambiamos madera por carne... o por huesos.
ResponderEliminar"Los árboles se mueren de madera"... buen doble sentido.
ResponderEliminar¡Existencialismo vegatal!
ResponderEliminarGenial.
Es que es, ¿no?
ResponderEliminarSavia lógica natural:)
El poema es muy bueno, pero que muy bueno.
ResponderEliminar"sabia lógica natural" y "savia lógica natural".
ResponderEliminarSois geniales.
Naturaaal...
ResponderEliminar(tiene que leerse en plan castizo, al estilo Sara Montiel, marcando bien la "ele" en el paladar:)
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