El poeta refiere la disputa que sostienen sus ojos, su corazón y su pensamiento sobre quién de ellos tiene la primacía en el amor, enumerando con ello los síntomas acumulados de una enfermedad que puede conducir a la muerte a quien la padece. En este poema, como en el poema que comienza Enyorament, anuig, dol e desir, la aparición del nombre de la dama, Isabel, resulta desconcertante dentro de la convención cortés del secreto, aunque podría tratarse -circunstancia no menos rara- de un nombre propio falso usado como senhal. En cualquier caso, no sabemos quién fue.
Un cors gentil m'à tant enamorat
lo cor e·ls ulls e mon fin pensamén,
que nit e jorn n'estan en gran debat
qui l'amarà d'ells tres primeramén,
e vey tan fort a cascun d'ells ençés,
que no mi val saber a remeyar;
e vets com m'à e·n quin joch ella mes,
que mon las cors no u porà soportar!
Disen los ulls que no y cal debat jes,
qu·ells foren, cert, primers en lo triar
e qu·e son alt la vólgron mays que res,
car manta nit los cové despertar
al lit ploran, per desir que·ls ne ve
d'ella veser, que·ls fa viure y morir;
e per ayçò han gran raysó, per què
null hom del món no·ls pot res contradir.
Diu lo cor cert que·ls ulls saben molt bé
qu·en lo començ lo vench primer ferir
un dolç esguart; d'equell sol, las!, sosté
lo foch d'amor, qui·l fa tots temps languir,
sens que remey no sent d'alguna part,
qu·ell ha l'afan y els ulls han lo plaser;
per qu·és raysó qu·ell n'aya mellor part
de sobre tots, si dret li volen fer.
Lo pensamén diu que, sí Déu lo guart,
que·ls ulls ne·l cor no poran sostener
nengun bon dret, que jorn, matí ne tart,
incessantment jamés no·s pot mover
d'ella pensar, en durmén ne vetlan,
què fa, hon és ne si·l desamarà,
e qu·ell de tots sofer lo més afan;
per què tot sol, sens pus, la servirà.
E vets açí en quin treball ten gran
visch quescun jorn que bella dona fa:
vey d'una part los ulls qu·estan ploran
e d'autra·l cor angoxós que·s perdrà,
y el pensament en pensar occupats,
tant que no say qui m'ajut en est cas,
si donques ley qui·ls ha tals adobats
no·m vol aydar a l'afan qu·eu ben pas.
Tornada
Na Ysabel, si mon bé desirats,
eu vos sopley declarets en tot cas
qual de tots tres deu ser de vós amats,
pus que·ls havets axí trets de compàs.
Altra tornada
Qu·en bona fe tant me suy malmenats,
des que no us vi, que·ls tres m'an dit tot ras
que, si donchs vós ayçò no declarats,
qu·en breu de temps me faran dur al vas.
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Una gentil criatura ha cautivado
mis ojos, corazón y pensamiento,
y noche y día entre los tres debaten
cuál de ellos la ama más entre los otros;
y los veo que están tan encendidos,
que mi saber no basta a remediarlo.
¡Ved en qué situación me ha puesto ella!
¡Mi pobre corazón no la resiste!
Los ojos dicen que es debate inútil,
porque en el escoger fueron primeros
y por su gran deleite más la anhelan,
pues muchas noches los despierta el llanto
por deseo de verla, y para ellos
ella es la vida y es la muerte a un tiempo;
dicen, en fin, que la razón es suya
y que nadie podrá contradecirlo.
El corazón replica que los ojos
saben que lo primero fue la herida
de una dulce mirada, mas que él, triste,
sufre el fuego de amor que lo consume;
y no hay remedio alguno, pues él siente
el dolor, y los ojos placer sienten:
él, pues, debe llevar la mejor parte,
si lo que quieren es hacer justicia.
El pensamiento dice -¡Dios lo guarde!-
que no tienen derecho el corazón
ni los ojos y que, mañana y tarde,
sin cesar, en el sueño y la vigilia,
él nunca deja de pensar en ella,
en lo que hace, en si tal vez lo ama,
y que su angustia es la mayor de todas:
él solo y nadie más debe servirla.
Aquí veis el enorme sufrimiento
que por la bella dama vivo a diario:
por una parte el llanto de mis ojos,
por otra el corazón acongojado,
por otra el pensamiento con sus cuitas.
Y ya no sé quién me dará su ayuda
si la que los ha puesto en tal estado
no me quiere ayudar en este trance.
que no tienen derecho el corazón
ni los ojos y que, mañana y tarde,
sin cesar, en el sueño y la vigilia,
él nunca deja de pensar en ella,
en lo que hace, en si tal vez lo ama,
y que su angustia es la mayor de todas:
él solo y nadie más debe servirla.
Aquí veis el enorme sufrimiento
que por la bella dama vivo a diario:
por una parte el llanto de mis ojos,
por otra el corazón acongojado,
por otra el pensamiento con sus cuitas.
Y ya no sé quién me dará su ayuda
si la que los ha puesto en tal estado
no me quiere ayudar en este trance.
Tornada
Doña Isabel, si deseáis mi bien,
os ruego que bien claro sentenciéis
cuál de ellos debe ser por vos amado,
porque se debe a vos su desconcierto.
Otra tornada
Y en buena fe desde que os vi he quedado
tan malparado, que los tres me han dicho
que, si no sentenciáis sobre este asunto,
juntos me llevarán pronto a la tumba.
Comentario y traducción de José María Micó
Increíbles segundo y tercer párrafo. Corazón que ve, ojos que sienten... Y en espejo el pensamiento.
ResponderEliminarElementos para un haiku.
Pues, a por ello.
ResponderEliminarPobre doña Isabel, qué presión más grande.
ResponderEliminarYa te digo, pobriña!
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