LIBRO I
Oda 9
Ya ves cómo blanquea la alta nieve
en el Soracte; los cansados árboles
bajo el peso sufren; el hielo
áspero inmóviles tiene a los ríos.
Aleja el frío echando generoso
leña al fuego y un vino de cuatro años
con largueza, Taliarco, escancia
de sabina ánfora y el resto déjalo
a los dioses, que en cuanto aplacar quieran
la lucha de los vientos sobre el férvido
piélago, los viejos cipreses
y fresnos quietos quedarán ya.
No te preguntes más por el futuro
y apunta en tu haber, mozo, cada día
que te dé Fortuna y las danzas
y amores dulces aun no desprecies
mientras en tu vigor no haya morosas
canas. Ahora buscar debes el Campo
y las plazas y la nocturna
cita en que se oigan suaves susurros;
ahora la grata risa que a la niña
delate en su rincón, ahora la prenda
robada a la muñeca o dedo
que se defiendan con pocas ganas.
LIBRO II
Oda 3
Acuérdate de conservar ecuánime
tu alma en los trances arduos y templada,
sin insolentes alegrías,
en las venturas, Delio que debes
morir, ya triste estés siempre o ya goces
en los días de fiesta, recostado
sobre la yerba recoleta
con un Falerno de vieja marca.
¿A qué otro fin el gran pino y el blanco
álamo de asociar gustan sus ramas
benignas? ¿Por qué en el sinuoso
arroyo activas saltan las linfas?
Manda que allí perecederas flores
del amable rosal y vino aporten
y ungüentos mientras lo permitan
las circunstancias, la edad y el hilo
negro de las tres Parcas. De los sotos
que compraste te irás y de la casa
y la villa que el rubio Tíber
baña. Te irás: tus herederos
se harán con la riqueza acumulada.
Seas rico o retoño del viejo Ínaco
o pobre y de ínfima ralea,
sólo consigues una demora,
víctima de Orco el despiadado. Todos
vamos allá: se agita en la urna el lote
que pronto o tarde nos embarque
con dirección al eterno exilio.
Traducción de Manuel Fernández-Galiano
Nunca había leído nada de Horacio. Lo que me estaba perdiendo... Elogios de la vida y del saber vivir y bellas miradas poéticas.
ResponderEliminarHoracio es un portento.
ResponderEliminarHoracio, Ovidio, Lucrecio, Catulo, los mayores poetas romanos.
Las morosas canas marcan bastante... aunque se tiñan.
ResponderEliminarGran poeta (y desconocido, para mí) Horacio.
Una cana teñida es un despropósito, eso sí que tiene que marcar.
ResponderEliminarCon lo del "despropósito" y la "cana teñida" me has recordado a alguien, ¿a ver si adivinas a quién?
ResponderEliminarVaya usted a saber.
ResponderEliminarSiento traerlo con la poesía de Horacio, pero es Aznar.
ResponderEliminarCalla, calla, que también es un intelectual, que ha escrito libros... como Belén Esteban.
ResponderEliminarJoé, ya me has hundido el post. :-)
ResponderEliminarEspera, que te lo arreglo un poco;) Que falta Boris Izaguirre, pues es él quien debió escribir el libro.
ResponderEliminarHala...! ¿Pero que te ha hecho Horacio a ti?
ResponderEliminarEstoy casi segura de que Boris Izaguirre sí ha leído a Horacio:)
ResponderEliminarNo pondría la mano en el fuego.
ResponderEliminarQue quien quiera escribir un libro, pues estupendo, pero que sea un libro de ese tipo el que se convierta en superventas resulta revelador.
ResponderEliminarHoracio... perdóname:
ResponderEliminar(Acuérdate de conservar ecuánime
tu alma en los trances arduos)
Habrá que aplicarse...
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