Ha venido el verano y se ha llevado al niño hacia otros soles, hacia otros veranos, arboledas de sombra en que se me pierde, tan amenazado siempre, playas desvariantes, mares que le acogen en su gran barba blanca, en su vejez clamorosa como una eternidad.
Niño mío, hijo, fruta fugaz, manzana en el mar, siempre lo he dicho, milagro instantáneo, doblemente imposible, estoy aquí, en el desorden de tu ausencia, entre los colores, animales, objetos, hierros, ruedas y seres de tu mundo, tan muertos sin ti, juguetes de un sol solo que apenas los roza, y me mira tu ausencia desde todas las paredes, encarnas en fotografías cuando halago el tacto de la nada. No estás.
Si algún día no estuvieras del todo, niño, cómo sería eso, cómo sería el mundo, todo él cuarto de juegos abandonado, planeta infantil vacío, el universo reducido a la ausencia de un niño. Voy y vengo, ahora, con mis tropelías de adulto, entre la quietud de toda tu actividad. Tropiezo cosas que dejaste caídas, deshago con los pies, involuntariamente, un resto de tu juego interrumpido, y la pizarra me mira con su negror, pero tomar una tiza y escribir en ella una letra o dibujar un lobo, sería convocarte, estremecer el mundo de ondulaciones, y no me atrevo a hacerlo.
Qué callada la casa, sin ti, qué madre la casa, qué útero sombrío recordándote. Tu ausencia queda dibujada en un orden que es un desorden, y el flash de otros veranos fija en las paredes tu brevísima biografía de osos, playas, disfraces, mares y desayunos.
Los leones más fieros, los pájaros más metálicos remiten ya a ti dulcemente. Tu secreto emparentamiento con la selva llena de ternura las fieras de las revistas, y te recuerdo más violentamente cuando un animal pasa a mi lado, aparece en una página o se escribe en letra impresa. Con eso basta. Los animales, para la infancia, son signos, un leopardo vale por una letra y una jirafa por una palabra. El lenguaje para entenderse contigo son los bichos, y yo hablo gustoso ese lenguaje porque tú me entiendas, para enterderte. Ni mimos ni enseñanzas ni diminutivos. Es natural el niño porque maneja cosas, mejor que ideas, porque para él no existen las ideas. Las cosas mejores y más vivas son los bichos, de modo que tu lenguaje está hecho de ellos. Eres puro porque jamás has formulado una idea, aún, y discurres con objetos, te mueves entre realidades y te expresas mediante patos salvajes y lobos amigos. Fauna convencional que hemos acuñado para ti y para mí. Con la presencia de un perro en la calle me viene lo que tienes de perro, hijo, lo que tienes de bestia natural y directa, de ser errátil, y no hay nada como el parentesco de los niños con los animales, ese niño secreto de los ojos del gato, esa fiera rosada de tu cuerpo.
Estoy aquí, transitando la ausencia de un niño, pulsando la soledad, y me siento gigantesco y melancólico en el mundo menudo que él ha dejado. La melancolía de los gigantes, sí, me invade a los pies de lo pequeño, y quiero que el niño vuelva para que le vaya dando cuerda, desordenadamente, al reloj-búho y a todas las cosas que, a su paso, se llenan de ojos y reojos, le miran y hacen tic-tac. El mundo hace tic-tac cuando juega un niño. El universo es un tic-tac de luz y sombra. Tengo miedo, ahora, de tocar el desorden frágil y abandonado de tus juegos, hijo, porque no se me desmorone el alma y por no rectificar el azar sagrado de la vida.
Uno lee y lee y no se cansa de leerlo. Es tan pueril decirlo en esos términos...
ResponderEliminarTe va a parecer una boludez, pero para conectarme de alguna manera con quien escribió este fragmento de dolida ternura miro las varias fotografías en las que lo tengo a Umbral abrazando a sus gatos, en todas y cada una de ellas los abraza, no es que los mira o se ven de fondo, y me doy cuenta su calidad humana y la capacidad de abrazo que tenía para darle a su hijo, para dar sin más que dar. Es que su prosa te abraza, también, y no es exagerar.
No sabría añadir nada más.
ResponderEliminarTe abraza y... te encoge el corazón. Además, pasa por el dolor con una dignidad admirable
ResponderEliminarEso es, dignidad. Atentos a los siguientes.
ResponderEliminarAunque añadir "admirable" a "dignidad" es innecesario, pues la dignidad siempre es admirable.
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