CAPÍTULO LIX
LA CAZA. - TERCER DÍA
[...] De pronto, el agua a su alrededor empezó a agitarse en círculos concéntricos y pareció hincharse. Se oyó un ruido trepidante y luego todos contuvieron el aliento al surgir del agua oblicuamente una enorme forma, llena de cuerdas, arpones y lanzas. Envuelta en un delgado velo de bruma, se la vio un momento en el aire irisado por la incidencia de los rayos del sol sobre el agua pulverizada. En seguida volvió a hundirse. Al ser aplastadas las aguas, se alzaron durante un instante como gigantescos surtidores, volviendo a caer cual lluvia, dejando la superficie espumosa como leche recién ordeñada alrededor del marmóreo tronco de la ballena.
-¡Bogad! -ordenó Ahab.
Los botes avanzaron, dispuestos al ataque.
Pero enloquecido por los hierros del día anterior, que le corroían, Moby Dick atacó de frente, dando coletazos entre los botes. De nuevo los separó haciendo caer al agua arpones y lanzas de los botes de los dos oficiales y deshaciendo la parte superior de sus proas, pero dejando el bote de Ahab casi intacto.
Mientras Daggoo y Queequeg tapaban las planchas que habían sufrido mayor tensión, y mientras la ballena, alejándose de ellos, se volvió y enseñó todo un costado al pasar de nuevo a su lado, se alzó un grito. Sujeto al redondeado lomo del cetáceo, envuelto en las espiras en que la ballena se había enredado durante la pasada noche, se vio el cuerpo medio destrozado del parsi, su ropa hecha tiras, sus dilatados ojos clavados de lleno en Ahab.
-¡Engañado! ¡Engañado! - exclamó el capitán, respirando profundamente-. ¡Sí, parsi! ¡Vuelvo a verte! Sí; tú vas delante; y ésta, "ésta" es entonces la carroza fúnebre de que me hablaste; pero te emplazo a que cumplas todo lo que prometiste. ¿Dónde está la segunda carroza? ¡Vamos, muchachos! ¡Al barco! Estos botes son inútiles ya. Arregladlos a tiempo si podéis volver a mi lado. Si no, Ahab se basta para morir. ¡Vamos! Y vosotros, acordaos de una cosa -agregó dirigiéndose a sus tripulantes-: al primero que intente saltar de este bote, le clavo el arpón. Vosotros no sois hombres independientes ya. Sois mis brazos y mis piernas. Por consiguiente, me obedeceréis. ¿Dónde está la ballena? ¿Ha vuelto a bucear?
Pero miraba demasiado cerca del bote, porque Moby Dick estaba nadando otra vez, alejándose de ellos y casi había pasado el barco.
-¡Oh, Ahab! -exclamó Starbuck-, ¡aún no es demasiado tarde, a pesar de ser el tercer día, para desistir! ¡Mira! ¡Moby Dick no te busca! Eres tú, quien comete la locura de buscarle. [...]
Traducción de Guillermo López Hippkis
Otro de lectura infantil ¡obligatoria!
ResponderEliminarLa misma versión que leí en el verano y que releeré a la brevedad.
ResponderEliminarExtraordinario clásico. Quien no lo haya leído que lo haga ya. La historia de una obsesión y una venganza absurda sobre una animal por definición inocente y sin ninguna responsabilidad.
ResponderEliminarPues yo no recuerdo haberlo leído, pero de la película sí me acuerdo, de algunas escenas, perfectamente. Que te entraba unas ganas de darle dos ______ a Ahab.
ResponderEliminar(leches, eh)
ResponderEliminarPues ya estás tardando en leerlo.
ResponderEliminarLo que usted mande, mi capitán.
ResponderEliminarPero tardaré:)
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