... El drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
Belleza aún para un momento suicida.
ResponderEliminarSí.
ResponderEliminarIgual no fue suicidio, sino que se precipitó por accidente...
ResponderEliminarSin coña, toda una reflexión.
ResponderEliminarYo creo que esto tiene que ocurrir también cuando se abandona la vida por la puerta verdadera.
ResponderEliminarUna buena reflexión. La vida, a pesar de todo, merece ser vivida, aunque intenten fastidiárnosla todo el rato (la muerte merece ser morida, dicen Les Luthiers).
ResponderEliminarPues yo, parfraseando a Woody Allen: ¡estoy total y absolutamente en contra de la muerte!
ResponderEliminarPues yo, parfraseando a Woody Allen: ¡estoy total y absolutamente en contra de la muerte!
ResponderEliminarPor si no ha quedado claro la primera vez.
ResponderEliminarHa quedado clarísimo.
ResponderEliminarSobre lo que dice Allen, yo tampoco soy partidario (de la muerte, digo, qué ordinariez).
esto es para recordarlo cuando a uno le da por quejarse de lo mal que le va todo y todo eso...
ResponderEliminarNi más, ni menos.
ResponderEliminarEn definitiva que siempre hay alguien que está peor que uno, aunque tambien los haya que estén mejor.
ResponderEliminarO algo así, pero no es necesario establecer comparaciones, la vida merece vivirse porque no hay otra cosa mejor (ni peor).
ResponderEliminardicho todo ello sin ánimo de comparar... ;-)
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