el jazz y el humo, la trompeta mórbida
de Max Kaminsky, espérame despierto,
y gentes que se buscan en la noche
para tener coartada cuando el frío,
el último cigarro, ni uno más,
oh baby don't you play me cheap, me digo,
¿o es Armstrong quien lo dice?, ya lo sé,
otro whisky no hará que ella regrese
y de pronto estoy dentro de otro tema,
I wanna be somebody's baby doll,
y Bessie que me invita a compartir
el pozo que la noche abre en nosotros,
que rellena mi vaso mientras llora
porque nadie la quiere, porque Fletcher
acaricia las teclas de ese modo,
espérame despierto, no te vayas,
pero voy tan borracho, tan borracho
que he olvidado mi nombre y la manera
de salvarme otra noche, de volver
al orden de mi vida, donde nadie
espera la visita de un fantasma
que confunde canciones y recuerdos,
espérame despierto, ¿satisfecha?,
al fin has conseguido que odie el blues.
Después de este "Odio el blues", a pesar de la magnífico poema, no sé si algunos te volverán a dirigir la palabra.
ResponderEliminarja, ja, ja... bueno a mi me gusta mas la musica que el poema en este caso paticular.
ResponderEliminarTranquilos, que el Cánaves no es que odie el blues, lo que odia es que le recuerde a alguien que no quiere volver.
ResponderEliminarUna entrada con solera, como un buen vino.
ResponderEliminarUn buen blues es casi como un buen vino. He dicho casi. Si van juntos, no hay nada que se lo iguale.
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