Hoy día, nuestro mundo parece particularmente susceptible a la brutalidad. Hay un dejo de nostalgia en el placer que experimentamos con las novelas de gangsters y frente a personajes que han simplificado tan agradablemente sus emociones, que se han puesto a vivir en un plano infracerebral. Nosotros, como Wordsworth, vivimos después de una guerra y una revolución, y los semi destacados que pelean con bombas entre los peñascos de los rascacielos, parecen más conscientes que nosotros de Proteo alzándose del mar. No es que uno quiera ciertamente permanecer por siempre en ese plano; pero, al ver a qué grado de infelicidad, a qué peligros de extinción nos han conducido siglos de función cerebral, uno siente, a veces, la curiosidad de descubrir, si ello fuera posible en el punto al que hemos llegado, cuál fue el momento en que nos descarrilamos.
Probablemente al instante de inventarse la política.
ResponderEliminarO sea, en el Neolítico, cuando empezó a haber excedentes de productos (se pasó de la recolección a la agricultura y de la caza a la domesticación de animales) y había que organizar todos esos excedentes: Date, los políticos!
ResponderEliminar¿Existe alguna duda al respecto?
ResponderEliminarNinguna.
ResponderEliminarY no nos olvidemos de los poderes religiosos, tan pegaditos siempre a los poderes políticos, y que tanto se han beneficiado mutuamente.
ResponderEliminarGestionando el "más acá" y el "más allá", han hecho historia en la Historia.
ResponderEliminarLos poderes religiosos surgieron al mismo tiempo que los políticos, quizá antes (brujos, chamanes...)
ResponderEliminarSeguramente sería antes.
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