1.
Anciano entre los juncos la desconfianza del poeta.
Parte hacia el Norte escribiendo un libro con los ojos.
Se escribe a sí mismo sobre el agua ha perdido a su maestro.
El amor tan sólo en cosas recortadas de las nubes y del viento.
De ahí esta vocación por visitar a sus amigos y luego partir.
Calaveras y labios se juntan bajo ladeantes cielos.
Siempre el beso del ojo traducido al empuje de las palabras.
Diecisiete es el número sagrado en el cual la aparición es un
[designio.
Para digerir un pasado petrificado como una mariposa.
Lustrados fósiles en una oleada de mármol.
Por aquí pasó el poeta en su viaje hacia el Norte.
Por aquí pasó el poeta una vez y para siempre.
2.
Sabemos de la poesía poética los peligros comunes
de lo lunático y la serenata. Aire embalsamado, eso es todo,
a menos que lo transformes en guijarros que fulguran y hieren.
Tú, viejo maestro, lustrando los guijarros
que arrojas para derribar un zorzal.
Del mundo has tallado una imagen que sostiene tu nombre.
Diecisiete guijarros por flechas una escuela de mortíferos
[cantantes.
Mira cerca del agua el rastro del poeta
en su camino a las nieves altas. Mira cómo el agua lo borra
cómo el hombre del sombrero vuelve a inscribirlo
preserva el agua y la pisada, capturando el movimiento que
[ha pasado
de tal modo que lo que ha desaparecido está aún ahí como algo
[que ha desaparecido.
3.
En ningún lugar de este universo he encontrado un hogar
escribió en su sombrero de ciprés.
La muerte le quitó el sombrero
como debía ser. La sentencia ha permanecido.
Su único hogar estaba en su poesía.
Sólo un poco más y verás las flores de cerezo de Yoshino.
Deja tus sandalias bajo el árbol, pon a descansar a tus pinceles.
Envuelve tu bastón en tu sombrero, traza líneas en el agua.
La luz es tuya, la noche también.
Un poco más, sombrero de ciprés, y tú también los verás
la nieve de Yoshino, el casco de hielo de Sado,
la isla que embarca hacia Sôren a través de un oleaje de lápidas.
4.
El poeta es un molino que covierte el paisaje en palabras.
Sin embargo él piensa igual que tú y sus ojos ven lo mismo.
El sol viniendo a estrellarse en la boca del caballo.
El más remoto templo de Ise la playa de Narumi.
Él viaja en las nubes del sufrimiento se dirige a su cometido.
Sus mandíbulas muelen las flores haciéndolas versos.
Llevando los libros de los asuntos cotidianos del mundo.
En el Norte él se sabe una pila de ropa vieja.
Cuando está donde nunca volverá a estar tú lees sus poemas:
Peló pepinos y manzanas él pintó su vida
Yo también he sido tentado por el viento que sopla las nubes.
Traducción de Robert Richard Rivas,
a partir de dos versiones en inglés:
una del sudafricano J. M. Coetzee
y otra del irlandés Michael O'Loughlins,
con ligeros toques de Juan Nadie.
con ligeros toques de Juan Nadie.
Dan ganas de aprender japonés para leerlo en original.
ResponderEliminar¡Tremendo!
Bueno, el original está en holandés, pero si te refieres a Basho estoy de acuerdo, dan ganas de aprender japonés.
ResponderEliminarEn cuanto al holandés Cees Nooteboom, es uno de los eternos candidatos al Nobel de Literatura. Este año también estaba nominado, pero me parece que le va a ocurrir lo que a Cortázar y a Borges, que no se lo darán nunca.
...preserva el agua y la pisada, capturando el movimiento que
ResponderEliminar[ha pasado
de tal modo que lo que ha desaparecido "esté" aún ahí como algo
[que ha desaparecido.
Increíble BASHO. Tenía ya este poema con esta única salvedad: esté. No sé, digo nomás.
No sé que cuadra mejor: "esté" o "está". No importa, se entiende igual.
ResponderEliminarAhá. Es brillante igual.
ResponderEliminarPues te "pillaría" algún verso del poema para la entrada que estoy preparando, me viene caído del cielo.
ResponderEliminarNo te cortes.
ResponderEliminarNo lo haré:)
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