6 de junio -
[...] Delante del mar, uno se queda siempre con un palmo de narices. El mar es impintable, indescriptible, inaferrable, incomprensible y de una indiferencia total.
[...] Por Palafrugell pasa, intermitentemente, un pobre que, al hecho de pedir limosna, lo llama ir a cobrar la contribución.
[...]
15 de agosto -
[...] A la una se oye, en cada casa, un ruidito de platos, de tenedores, cucharas, copas y cuchillos. Preparan la mesa. A la una y cinco la playa queda vacía y todo el mundo se sienta en su sitio con aquella cara de frío y de hambre que da el baño: la cara chupada, la nariz vibrátil, los ojos brillantes.
Comida de Santa María: arroz de pescado, sobre un suntuoso sofrito; langosta guisada; pollo asado. Después de quince o veinte días de comer pescado, el pollo es una novedad exquisita. Dulces, melón, café. La repostería de Palafrugell -en general de todo este país- es de gran calidad. El agua de Calella da un café excelente. Mi padre enciende un farias de 0,25, de humo delicioso, absolutamente acorde con el perfume del café.
Digestión ligera a la sombra de las barcas. Ninguna molestia excesiva. La felicidad debe ser esto. ¿Quizás es algo más? El señor Narcís, el relojero, pesca con caña, vestido de amarillo canario, bajo un sombrero de paja, en la roca de Barret.
Por la tarde invaden la playa algunos grupos de payeses. Vienen a lavarse los pies. El agua les da grima. Un payés con aspecto de rústico, la gorra hundida, da un chillido al sentir el agua hasta el tobillo. Bañan los animales. Poco. Los dejan un rato a ras de playa, con el agua bajo el vientre. Los caballos, las yeguas peludas, fatigadas de trillar, inmóviles, miran una hora seguida el horizonte con ojos de estupidez y de añoranza.
Por la tarde, baile de organillo, bajo las lámparas de acetileno. El viento sopla de una manera triste y corta. El cielo está borroso y de una opacidad blanca. Se oye, lejano, el ruido sordo de la resaca en la costa. Todo parece llegar a un punto de caída en la fatiga. En la cama, las sábanas, ligeramente húmedas, parecen unirse al propio resudor. Una mejilla fría y otra caliente.
2 de febrero -
[...] A través de este engranaje me viene a la memoria que, hace ahora un año, oí por primera vez la Sexta Sinfonía de Beethoven, La Pastoral. La descripción de un paisaje y la fusión del hombre en la naturaleza no ha llegado, quizá nunca, a manifestarse con una intención más clara. El diluyente y la delicuescencia de esa página han sido comparados, por escoliastas indoctos, con la Santa Teresa de Bernini. (Conozco reproducciones de este dechado de segregación sentimental). Beethoven es infinitamente superior: es viril, noble, limpio, claro. El barroco me exaspera, me empalaga. El verismo del barroco es literalmente pornográfico.
26 de abril - Hay personas que, cuanto más compleja es una situación, cuanto más difícil es, por ejemplo, la situación económica familiar, con más fuerza reaccionan y con más frontal resolución la encaran; otros, en cambio, quedan alicaídos, dubitativos y abandonan la partida con una gran facilidad. Independientemente del éxito o del fracaso, hay personas que tienden, instintivamente, a caminar hacia adelante; otras tienden a la huida, a la retirada.
-A veces tu timidez es tan visible -me decía hoy Alexandre Plana- que das la impresión de creer que utilizar las piernas para caminar es una especie de privilegio excepcional...
Esto está muy bien observado.
Se debería añadir que, como todos los tímidos, yo soy capaz de momentos de audacia. Estos mometos de audacia se me producen, generalmente, cuando tengo una pluma en la mano.
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[...] Delante del mar, uno se queda siempre con un palmo de narices. El mar es impintable, indescriptible, inaferrable, incomprensible y de una indiferencia total.
[...] Por Palafrugell pasa, intermitentemente, un pobre que, al hecho de pedir limosna, lo llama ir a cobrar la contribución.
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15 de agosto -
[...] A la una se oye, en cada casa, un ruidito de platos, de tenedores, cucharas, copas y cuchillos. Preparan la mesa. A la una y cinco la playa queda vacía y todo el mundo se sienta en su sitio con aquella cara de frío y de hambre que da el baño: la cara chupada, la nariz vibrátil, los ojos brillantes.
Comida de Santa María: arroz de pescado, sobre un suntuoso sofrito; langosta guisada; pollo asado. Después de quince o veinte días de comer pescado, el pollo es una novedad exquisita. Dulces, melón, café. La repostería de Palafrugell -en general de todo este país- es de gran calidad. El agua de Calella da un café excelente. Mi padre enciende un farias de 0,25, de humo delicioso, absolutamente acorde con el perfume del café.
Digestión ligera a la sombra de las barcas. Ninguna molestia excesiva. La felicidad debe ser esto. ¿Quizás es algo más? El señor Narcís, el relojero, pesca con caña, vestido de amarillo canario, bajo un sombrero de paja, en la roca de Barret.
Por la tarde invaden la playa algunos grupos de payeses. Vienen a lavarse los pies. El agua les da grima. Un payés con aspecto de rústico, la gorra hundida, da un chillido al sentir el agua hasta el tobillo. Bañan los animales. Poco. Los dejan un rato a ras de playa, con el agua bajo el vientre. Los caballos, las yeguas peludas, fatigadas de trillar, inmóviles, miran una hora seguida el horizonte con ojos de estupidez y de añoranza.
Por la tarde, baile de organillo, bajo las lámparas de acetileno. El viento sopla de una manera triste y corta. El cielo está borroso y de una opacidad blanca. Se oye, lejano, el ruido sordo de la resaca en la costa. Todo parece llegar a un punto de caída en la fatiga. En la cama, las sábanas, ligeramente húmedas, parecen unirse al propio resudor. Una mejilla fría y otra caliente.
2 de febrero -
[...] A través de este engranaje me viene a la memoria que, hace ahora un año, oí por primera vez la Sexta Sinfonía de Beethoven, La Pastoral. La descripción de un paisaje y la fusión del hombre en la naturaleza no ha llegado, quizá nunca, a manifestarse con una intención más clara. El diluyente y la delicuescencia de esa página han sido comparados, por escoliastas indoctos, con la Santa Teresa de Bernini. (Conozco reproducciones de este dechado de segregación sentimental). Beethoven es infinitamente superior: es viril, noble, limpio, claro. El barroco me exaspera, me empalaga. El verismo del barroco es literalmente pornográfico.
26 de abril - Hay personas que, cuanto más compleja es una situación, cuanto más difícil es, por ejemplo, la situación económica familiar, con más fuerza reaccionan y con más frontal resolución la encaran; otros, en cambio, quedan alicaídos, dubitativos y abandonan la partida con una gran facilidad. Independientemente del éxito o del fracaso, hay personas que tienden, instintivamente, a caminar hacia adelante; otras tienden a la huida, a la retirada.
-A veces tu timidez es tan visible -me decía hoy Alexandre Plana- que das la impresión de creer que utilizar las piernas para caminar es una especie de privilegio excepcional...
Esto está muy bien observado.
Se debería añadir que, como todos los tímidos, yo soy capaz de momentos de audacia. Estos mometos de audacia se me producen, generalmente, cuando tengo una pluma en la mano.
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La prosa de Pla -dibujada siempre a pluma, con una letra prodigiosamente menuda y ahorradora- alcanza mayor grandeza cuanto más se ciñe a lo pequeño, a las sensaciones de un paisaje cercano, a los hábitos de vida que transcurren tras los ventanales de un café o a la textura de una escudella cocinada por las mujeres de la familia. Lo pequeño se hace pues grande merced a una finísima manera de escribir, ajustándose siempre a los adjetivos precisos. CARMEN RIGALT
Me resultan familiares, Calella, Pla y lo que le pasaba por la cabeza y escribía. Cosas que pasan:)
ResponderEliminarEs lo que tienen los buenos escritores, acaban resultando familiares.
ResponderEliminarGenial pueblerino.
ResponderEliminarPueblerino, sí señor, lo decía el propio Pla, a mucha honra, "soy un pueblerino".
ResponderEliminarNo como otrosssss...
ResponderEliminarYo también de pueblo, de pueblo grande, pero de pueblo, y a mucha honra.
ResponderEliminarAh, como que en New York no hay catetos. Donde esté una boina, sobre todo en invierno...
ResponderEliminarAh, pero si la boina se la pone uno de estos postmodernos de las grandes capitales ya es otra cosa.