Empieza un nuevo día, otro milagro
cotidiano al que tengo el privilegio
de poder asistir con el asombro
y la perplejidad de estar, de ser,
o el mero hecho de saber que hoy
tengo conciencia de saber quién soy,
quién se oculta detrás de mi nombre.
Mi alma despierta del sopor nocturno,
vuelve del sueño, de la pesadilla,
del abismo y sus últimos arcanos
a la evidencia cierta del presente.
Van tomando su forma los objetos
y se van perfilando sus perfiles
con las primeras luces que se abren
paso en el laberinto de las cosas.
La luz da realidad a lo real,
es la ventana para ver el mundo
y vislumbrar lo que nunca hemos visto
o hemos visto de distinta manera,
pues como dijo Heráclito el Oscuro
no nos bañamos en el mismo río.
No hay nubes en el cielo, solo pájaros,
gaviotas como heraldos enigmáticos,
gorriones de doliente algarabía,
mirlos a la deriva del deseo,
y en el jardín, entre las frondas densas
y el verde yerbazal abigarrado,
pequeña jungla en la jungla de asfalto,
todavía quedan rosas, rosas rojas
o blancas como la luna del alba,
y hortensias como soles diminutos
a punto de alcanzar su esplendor,
y gatos que regresan sigilosos
de no se sabe dónde, como espectros
o sombras camufladas por las sombras,
y los árboles siguen en su sitio,
firmes en sus raíces y en sus ganas
de ser únicamente lo que son,
un espejo para aquel que los mira
como quien mira una revelación:
columnas que sostienen el celaje
o apuntalan las ruinas de la noche,
altivas ramas y orgullosas hojas
bailando un minué entre la brisa
o mecidas por el hondo silencio
de la mañana que comienza a andar
-ebria de luz, indecisa y sonámbula-
por las aceras yertas, por las calles
insomnes y desiertas, aceptando
su soledad, su presencia en el mundo,
y el ejemplo que nos dan existiendo,
dando certeza a tanta incertidumbre,
salvoconducto contra la zozobra
y el caos al que quieren abocarnos
los malvados que gobiernan la Tierra.
Celebro el nacimiento de este día
nuevo en el calendario de mi vida,
lo celebro como si fuera el último,
con la misma inocencia del primero,
con el mismo estupor, celebro el sol
porque hace visible lo invisible,
celebro el despertar del universo,
y el aire translúcido de junio,
celebro la inminencia del verano
como lo celebraban los antiguos
en los ceremoniales del solsticio,
celebro estar sintiendo esto que siento
y puede, por qué no, llamarse amor,
celebro a las personas que amo,
y el poder decirte que te quiero
con el puro silencio de las cosas.
celebro cada cosa, aunque sea nimia,
celebro la grandeza de lo mínimo,
una piedra, un libro entre las manos,
un pétalo de la rosa del sueño,
una lágrima, una gota de rocío,
celebro la humildad de la poesía
que busca la verdad del corazón,
celebro la armonía de lo inefable
y el deslumbramiento de la música,
celebro la belleza que no ven
los que cierran los ojos ante ella
o prefieren mirar hacia otro lado,
celebro por placer de celebrar
y, al hacerlo, me acuerdo de Walt Whitman,
y de Claudio Rodríguez, que volaba
con las alas de la imaginación,
celebro la materia y el espíritu,
las dos caras de la misma moneda,
celebro, libre, el librepensamiento,
y el derecho a soñar porque es sagrado
y el único camino que nos queda
hacia la libertad, celebro el mundo
sin yugos, sin cadenas, sin tiranos,
hermoso como cuando fue creado,
celebro al niño que siempre he sido
y seguiré siendo hasta la muerte,
celebro el simple hecho de estar vivo,
celebro el mar y sus celebraciones,
y la liturgia de los océanos
con la vehemencia de Lautréamont,
celebro al lector desconocido
que acaso lo celebre conmigo,
y se conmueva tal yo me conmuevo,
mientras voy escribiendo estas palabras
que agradecen y cantan y proclaman
la hermosura del idioma en que escribo,
el misterio insondable de existir
y encontrar, entre tanto sinsentido,
un amable sentido a la existencia
y una esperanza en la desesperanza.
Santander, 21 de junio de 2012
Me gusta.
ResponderEliminarY a mí.
ResponderEliminarEs imposible no conmoverse, magnífico canto a la vida.
ResponderEliminarMe llevo el cuadro, espero que lo celebres.
ResponderEliminarSí, básicamente es eso, un canto a la vida, del cual creo que estamos más necesitados que nunca.
ResponderEliminarUnos más que otros, me refieroa los....
ResponderEliminarpoetas.
ResponderEliminarLos poetas siempre están necesitados, los pobres... de lo que sea, pero son imprescindibles, ¿o no? ¿Quién nos explicaría, si no, lo inexplicable?
ResponderEliminar"Poesía para pobre, poesía necesaria,
ResponderEliminarcomo el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica".
Me ha alegrado tanto leer este poema de Antonio Casares. Vida, esperanza, amor, momento, comienzo, celebración...
Gracias por mostrarlo, Juan Nadie.
Habrá que darle las gracias a Antonio Casares por traernos un poco de aire fresco.
ResponderEliminarEste hombre siempre pare cosas buenas.
ResponderEliminarQué envidia.
Tú también, tú también, no seas modesto.
ResponderEliminarGracias amigo, pero yo no soy modesto, yo soy un petardo.
ResponderEliminarEres un magnífico poeta.
ResponderEliminarY Antonio, poesías aparte, es un tío cojonudo.
ResponderEliminarAunque no lo conozco personalmente, no lo dudo.
ResponderEliminarYo tampoco, pero estoy seguro de que no puede ser mala gente.
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