martes, 29 de mayo de 2012

Follas novas (Hojas nuevas)/1 - Rosalía de Castro - España

Pueblo antiguo - Javier Varela Guillot (Galicia)
1
Vaguedás

II
Ben sei que non hai nada
novo en baixo do ceo,
que antes outros pensaron
as cousas que hora eu penso.

E ben, ¿para qué escribo?
E ben, porque así semos,
relox que repetimos
eternamente o mesmo.

IV
Diredes destes versos, i é verdade,
que tén estrana insólita armonía,
que neles as ideas brilan pálidas
cal errantes muxicas
que estalan por instantes,
que desaparecen xiña,
que se asomellan á parruma incerta
que voltexa no fondo das curtiñas,
i ó susurro monótono dos pinos
da beiramar bravía.

Eu diréivos tan só que os meus cantares
así sán en confuso da alma miña
como sai das profundas carballeiras
ó comenzar do día,
romor que non se sabe
si é rebuldar das brisas,
si son beixos das frores,
si agrestes, misteirosas armonías
que neste mundo triste
o camino do ceo buscan perdidas.

XVI
Cando era tempo de inverno,
pensaba en dónde estarías;
cando era tempo de sol,
pensaba en dónde andarías.
¡Agora... tan soio penso,
meu ben, si me olvidarías!

1
Vaguedades

II 1
Bien sé que no hay nada
nuevo bajo este cielo,
que antes otros pensaron
las cosas que ahora yo pienso.

Y bien, ¿para qué escribo?
Bueno, porque así somos,
reloj que repetimos
eternamente lo mismo.

IV 2
Diréis de estos versos, y es verdad,
que tienen extraña insólita armonía,
que en ellos las ideas brillan pálidas
como errantes chispas
que estallan por instantes,
que desaparecen enseguida,
que se asemejan a la bruma incierta
que se agita en el fondo de las huertas,
y al susurro monótono de los pinos
junto a la mar bravía.

Yo os diré tan sólo que mis cantares
así salen en confusión del alma mía
como sale de los profundos robledales
el comenzar el día,
rumor que no se sabe
si es retozar de brisas,
si son besos de flores,
si agrestes, misteriosas armonías
que en este mundo triste
el camino del cielo buscan perdidas.

XVI
Cuando era tiempo de invierno,
pensaba en dónde estarías;
cuando era tiempo de sol,
pensaba en dónde andarías.
¡Ahora... tan sólo pienso,
mi bien, si me olvidarías!

Versión castellana y notas de María Asensio

1 En este poema Rosalía se interroga a sí misma sobre su vocación poética: ¿por qué escribir para terminar repitiendo lo que ya dijeron otros? Y ella misma ve en ello un rasgo inherente a la esencia humana: la necesidad de expresar nuestro mundo interior.
2 Rosalía hace en este poema una autocrítica de su propio estilo, reseñando sus características: su insólita armonía (y, en verdad, la musicalidad de su poesía era insólita en aquella época por sus combinaciones métricas), el carácter misterioso y confuso de sus sentimientos e ideas y su espontáneo brotar como chispas (que recuerda el mismo planteamiento de Bécquer en sus Rimas) y la asimilación de su poetizar con la propia naturaleza como algo igual de natural.


***
Cuando Rosalía de Castro publicó en 1880 su libro de poesía en gallego Follas novas, quería manifestar su clara voluntad de hablar de su tierra y del pueblo gallego con su lengua, que tanto amaba, como acto propiamente reivindicativo y como denuncia del abandono y desprecio que sufría Galicia en el resto del Estado español.
Dividido en cinco libros, Follas novas revela dos inquietudes que responden a la doble función que Rosalía asignaba a la poesía: denuncia social y desahogo personal. Por eso hallamos poemas subjetivos que expresan con sinceridad sus más íntimos sentimientos y su sombría visión de la existencia, y poemas de carácter social sobre la tragedia de la emigración del pueblo gallego y el sufrimiento de la mujer gallega.
Follas novas es, pues, la expresión auténtica del yo poético de Rosalía, que encuentra en la estilización del cantar popular y en la forma más libre del verso la vía necesaria para dar cauce a su mundo interior. MARÍA ASENSIO

domingo, 27 de mayo de 2012

Finjamos que soy feliz - Sor Juana Inés de la Cruz - México

La primavera - Pedro Coronel (México)
Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?

¿De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?

Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.

Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.

Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.

martes, 22 de mayo de 2012

Los pícaros/3 - Fragmentos de El Buscón - Francisco de Quevedo - España

Niño espulgándose - Bartolomé Esteban Murillo
AL LECTOR
Qué deseoso te considero, lector u oidor -que los ciegos no pueden leer-, de registrar lo gracioso de Don Pablo, príncipe de la vida buscona.
Aquí hallarás, en todo género de picardía -de que pienso que los más gustan-, sutilezas, engaños, invenciones y modos, nacidos del ocio, para vivir a la droga, y no poco fruto podrás sacar de él si tienes atención al escarmiento. Y, cuando no lo hagas, aprovéchate de los sermones, que dudo nadie compre libro de burlas para apartarse de los incentivos de su natural depravado. Sea empero lo que quisieres; dale aplauso, que bien lo merece; y cuando te rías de sus chistes, alaba el ingenio de quien sabe conocer que tiene más deleite saber vidas de pícaros, descritas con gallardía, que otras invenciones de mayor ponderación.
Su autor ya le sabes; el precio del libro no lo ignoras, pues ya le tienes en tu casa, si no es que en la del librero le hojeas, cosa pesada para él y que se había de quitar con mucho rigor, que hay gorrones de libros como de almuerzos, y hombre que saca cuento leyendo a pedazos y en diversas veces y luego le zurce; y es gran lástima que tal se haga, porque este murmura sin costarle dineros, poltronería bastarda y miseria no hallada del Caballero de la Tenaza.¹ Dios te guarde del mal libro, de alguaciles y de mujer rubia, pedigüeña y carirredonda.²



LIBRO PRIMERO
Capítulo III
De cómo fui a un pupilaje por criado de don Diego Coronel

Determinó, pues, don Alonso de poner a su hijo en pupilaje; lo uno por apartarle de su regalo, y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que había en Segovia un licenciado Cabra, que tenía por oficio de criar hijos de caballeros, y envió allá el suyo, y a mí para que le acompañase y sirviese.

Entramos primer domingo después de Cuaresma en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento. Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo. No hay más que decir para quien sabe el refrán que dice, ni gato ni perro de aquella color. Los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos; tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas, descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate, largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer, forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas; su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro; la habla, hética; la barba, grande, por nunca se la cortar por no gastar; y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol, ratonado, con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos de caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos, entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él; conjuraba los ratones, de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado, por no gastar las sábanas; al fin, era archipobre y protomiseria.

A poder, pues, de éste vine, y en su poder estuve con don Diego, y la noche que llegamos nos señaló nuestro aposento y nos hizo una plática corta, que por no gastar tiempo no duró más. Díjonos lo que habíamos de hacer; estuvimos ocupados en esto hasta la hora de comer; fuimos allá; comían los amos primero, y servíamos los criados.

El refitorio era un aposento como un medio celemín; sustentábanse a una mesa hasta cinco caballeros. Yo miré primero por los gatos, y como no los vi, pregunté que cómo no los había a un criado antiguo; el cual, de flaco, estaba ya con la marca del pupilaje. Comenzó a enternecerse, y dijo:

- ¿Cómo gatos? Pues ¿quién os ha dicho a vos que los gatos son amigos de ayunos y penitencias? En lo gordo se os echa de ver que sois nuevo.

Yo, con esto, me comencé a afligir, y más me asusté cuando advertí que todos los que de antes vivían en el pupilaje estaban como leznas, con unas caras que parecía se afeitaban con diaquilón. Sentóse el licenciado Cabra y echó la bendición; comieron una comida eterna, sin principio ni fin; trujeron caldo en unas escudillas de madera, tan claro, que en comer una de ellas peligrara Narciso más que en la fuente. Noté con la ansia que los macilentos dedos se echaban a nado tras un garbanzo huérfano y solo que estaba en el fondo. Decía Cabra a cada sorbo:

- Cierto que no hay tal cosa como la olla, digan lo que dijeren; todo lo demás es vicio y gula.

Acabando de decirlo echóse su escudilla a pechos, diciendo:

- Todo esto es salud, y otro tanto ingenio.

- ¡Mal ingenio te acabe!, decía yo entre mí cuando vi un mozo medio espíritu y tan flaco, con un plato de carne en las manos que parecía la había quitado de sí mismo. Venía un nabo aventurero a vueltas, y dijo el maestro:

-¿Nabos hay? No hay para mí perdiz que se le iguale; coman, que me huelgo de verlos comer.

Repartió a cada uno tan poco carnero, que en lo que se les pegó a las uñas y se les quedó entre los dientes, pienso que se consumió todo, dejando descomulgadas las tripas de participantes. Cabra los miraba y decía:

- Coman, que mozos son y me huelgo de ver sus buenas ganas.

Mire v. m. qué buen aliño para los que bostezaban de hambre.

Acabaron de comer y quedaron unos mendrugos en la mesa, y en el plato unos pellejos y unos huesos, y dijo el pupilero:

- Quede esto para los criados, que también han de comer; no lo queramos todo.

- ¡Mal te haga Dios y lo que has comido, lacerado -decía yo-, que tal amenaza has hecho a mis tripas!

Echó la bendición y dijo:

- Ea, demos lugar a los criados, y váyanse hasta las dos a hacer ejercicio, no les haga mal lo que han comido.

Entonces yo no pude tener la risa, abriendo toda la boca. Enojóse mucho y díjome que aprendiese modestia y tres o cuatro sentencias viejas, y fuese.

Sentámonos nosotros, y yo, que vi el negocio malparado y que mis tripas pedían justicia, como más sano y más fuerte que los otros, arremetí al plato, como arremetieron todos, y emboquéme de tres mendrugos los dos y el un pellejo. Comenzaron los otros a gruñir; al ruido entró Cabra, diciendo:

- Coman como hermanos, pues Dios les da con qué; no riñan, que para todos hay.

Volvióse al sol y dejónos solos. Certifico a v. m. que había uno de ellos, que se llamaba Surre, vizcaíno, tan olvidado ya de cómo y por dónde se comía, que una cortecilla que le cupo la llevó dos veces a los ojos, y entre tres no la acertaba a encaminar de las manos a la boca. Y pedí yo de beber, que los otros, por estar casi ayunos, no lo hacían, y diéronme un vaso con agua; y no le hube bien llegado a la boca cuando, como si fuera lavatorio de comunión, me lo quitó el mozo espiritado que dije. Levantéme con grande dolor de mi alma, viendo que estaba en casa donde se brindaba a las tripas y no hacían la razón.³ Diome gana de descomer, aunque no había comido; digo, de proveerme, y pregunté por las necesarias4 a un antiguo, y díjome:

- Como no lo son en esta casa, no las hay. Para una vez que os proveeréis mientras aquí estuviéredes, dondequiera podréis, que aquí estoy dos meses ha y no he hecho tal cosa sino el día que entré, como vos agora, de lo que cené en mi casa la noche antes.

¿Cómo encareceré yo mi tristeza y pena? Fue tanta, que considerando lo poco que había de entrar en mi cuerpo, no osé, aunque tenía gana, echar nada de él.

Entretuvímonos hasta la noche. Decíame don Diego que qué haría él para persuadir a las tripas que habían comido, porque no lo querían creer. Andaban vaguidos en aquella casa como en otras ahitos. Llegó la hora del cenar -pasóse la merienda en blanco-; cenamos mucho menos, y no carnero, sino un poco del nombre del maestro: cabra asada. Mire vuesa merced si inventara el diablo tal cosa. «Es cosa saludable -decía- cenar poco, para tener el estómago desocupado», y citaba una retahíla de médicos infernales. Decía alabanzas de la dieta, y que ahorraba un hombre sueños pesados, sabiendo que en su casa no se podía soñar otra cosa sino que comían. Cenaron, y cenamos todos, y no cenó ninguno.
...
De Historia de la vida del buscón, llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños

¹ Alusión a una de las primeras obras de Quevedo
² Tonta
³ Corresponder a un brindis con otro

4 Letrinas

sábado, 19 de mayo de 2012

Tempus fugit/12 - Soledades - Felipe Benítez Reyes - España

Grabado de José Hernández (Tánger)
Nos van dejando solos los mayores. Se irán
la fresca juventud y los amores cálidos.
Y partirán de pronto, sucederán qué cosas,
propiciarán qué cartas, y qué libros amargos.

Alzando va ya el tiempo la alta torre
de la soledad, que nubla el cielo.
Y nos llama la sombra con su mano enemiga.
Y se adentra en lo oscuro
nuestra herida memoria.

Ya nos lleva la vida por senda entenebrada,
solos ante la destrucción de cuanto amamos.

Y ese viento que ahuyenta las estrellas...

jueves, 17 de mayo de 2012

miércoles, 16 de mayo de 2012

Fragmento de La región más transparente - Carlos Fuentes - México


Aquí vivimos, en las calles se cruzan nuestros olores, de sudor y páchuli, de ladrillo nuevo y gas subterráneo, nuestras carnes ociosas y tensas, jamás nuestras miradas. Jamás nos hemos hincado juntos, tú y yo, a recibir la misma bestia; desgarrados juntos, creados juntos, sólo morimos para nosotros, aislados. Aquí caímos. Qué le vamos a hacer. Aguantarnos, mano. A ver si algún día mis dedos tocan los tuyos. Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el agua al cuello, ciudad del letargo pícaro, ciudad de los nervios negros, ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda, ciudad del hedor torcido, ciudad rígida entre el aire y los gusanos, ciudad vieja en las luces, vieja ciudad en su cuna de aves agoreras, ciudad nueva junto al polvo esculpido, ciudad a la vela del cielo gigante, ciudad de barnices oscuros y pedrería, ciudad bajo el lodo esplendente, ciudad de víscera y cuerdas, ciudad de la derrota violada (la que no pudimos amamantar a la luz, la derrota secreta), ciudad del tianguis sumiso, carne de tinaja, ciudad reflexión de la furia, ciudad del fracaso ansiado, ciudad en tempestad de cúpulas, ciudad abrevadero de las fauces rígidas del hermano empapado de sed y costras, ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias, encarnación de pluma, ciudad perro, ciudad famélica, suntuosa villa, ciudad lepra y cólera, hundida ciudad. Tuna incandescente. Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.

Fallece el escritor mexicano Carlos Fuentes, eterno candidato al Nobel de Literatura.

lunes, 14 de mayo de 2012

Miseria de la poesía - Felipe Benítez Reyes - España

Mark Rothko
La lenta concepción de una metáfora
o bien ese temblor que a veces queda
después de haber escrito algunos versos
¿justifican una vida? Sé que no.
Pero tampoco ignoro que, aun no siendo
cifra de una existencia, esas palabras
dirán que quien dispuso su armonía
supo ordenar un mundo. ¿Y eso basta?
Los años van pasando y sé que no.
Hay algo de grandeza en esta lucha
y en cierto modo tengo
la difusa certeza de que existe
un verso que contiene ese secreto
trivial y abominable de la rosa:
la hermosura es el rostro de la muerte.
Si encontrase ese verso, ¿bastaría?
Tal vez no. Su verdad, ¿sería tanta
como para crear un mundo, para darle
color nuevo a la noche y a la luna
un anillo de fuego, y unos ojos
y un alma a Galatea, y unos mares
de nieve a los desiertos? Sé que no.

sábado, 5 de mayo de 2012

Pues decimos que somos... - Rainer Maria Rilke - República Checa (Imperio Austrohúngaro)

Autorretrato - Egon Schiele (Austria - Imperio Austrohúngaro)
UNS VERWIRRT ES...
Uns verwirrt es, die wir seiend heißen
immer so zu leben: nur von Bildern;
und wir möchten manchesmal mit wildern
Griffen Wirklichkeiten in uns reißen
Stücke, Abzufühlendes, ein Sein.

PUES DECIMOS QUE SOMOS...
Pues decimos que somos, que existimos,
nos perturba vivir de imágenes tan sólo
y a veces gustaríamos de hurtar con fieras garras
algo de realidad e impregnarnos de ella:
de tanteos, fragmentos, urdir una presencia.


De Poemas a la noche y otra poesía póstuma y dispersa
Versión de Juan Andrés García Román


miércoles, 2 de mayo de 2012

Anillos de ceniza - Alejandra Pizarnik - Argentina

Sandanza - Alejandro Xul Solar (Argentina)
A Cristina Campo
Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.