Es proverbial en la Historia de la Literatura el enfrentamiento de unos escritores con otros por cuestiones de concepción creadora.
El pique entre Góngora y Quevedo ha quedado como uno de los más enconados de las letras, y ya en su tiempo estaba en boca de todos. Dos enormes poetas que no dejaban pasar la ocasión de zaherirse, muchas veces con auténtica saña, mofándose incluso de los defectos físicos del otro, como cuando Góngora, refiriéndose a la cojera de Quevedo, le espeta: ya que vuestros pies son de elegía (de lejía).
Quevedo a su vez acusa a Góngora de judío (Siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega), algo totalmente falso. Ambos se acusan de desconocer la lengua griega.
Y todo provocado por el distinto concepto que tenían de la poesía: Góngora desarrolla el gusto por la poesía cultista de Garcilaso y Fray Luis de León llevándolo al extremo, a base de metáforas desbordadas, hipérbaton exagerado, latinismos gramaticales..., haciendo de su poesía un producto elitista, difícil de entender. Quevedo da más importancia al concepto que a la forma, y aunque alaba la poesía de Garcilaso y Fray Luis, se opone radicalmente a la manera de entenderla de Góngora.
Sin embargo, la poesía de Góngora bebe del conceptismo al igual que Quevedo se siente influido por el cultismo gongorino: Quevedo utiliza un latinismo erudito en muchos de sus versos, al lado de un léxico deliberadamente vulgar. Por otra parte, Góngora es tan conceptista, ingenioso y agudo como Quevedo (Ande yo caliente, ríase la gente...). El enfrentamiento entre Quevedo y Góngora, entonces, resulta más personal que literario.
En realidad, yo creo que se admiraban mutuamente.
GÓNGORA A QUEVEDO
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.
El pique entre Góngora y Quevedo ha quedado como uno de los más enconados de las letras, y ya en su tiempo estaba en boca de todos. Dos enormes poetas que no dejaban pasar la ocasión de zaherirse, muchas veces con auténtica saña, mofándose incluso de los defectos físicos del otro, como cuando Góngora, refiriéndose a la cojera de Quevedo, le espeta: ya que vuestros pies son de elegía (de lejía).
Quevedo a su vez acusa a Góngora de judío (Siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega), algo totalmente falso. Ambos se acusan de desconocer la lengua griega.
Y todo provocado por el distinto concepto que tenían de la poesía: Góngora desarrolla el gusto por la poesía cultista de Garcilaso y Fray Luis de León llevándolo al extremo, a base de metáforas desbordadas, hipérbaton exagerado, latinismos gramaticales..., haciendo de su poesía un producto elitista, difícil de entender. Quevedo da más importancia al concepto que a la forma, y aunque alaba la poesía de Garcilaso y Fray Luis, se opone radicalmente a la manera de entenderla de Góngora.
Sin embargo, la poesía de Góngora bebe del conceptismo al igual que Quevedo se siente influido por el cultismo gongorino: Quevedo utiliza un latinismo erudito en muchos de sus versos, al lado de un léxico deliberadamente vulgar. Por otra parte, Góngora es tan conceptista, ingenioso y agudo como Quevedo (Ande yo caliente, ríase la gente...). El enfrentamiento entre Quevedo y Góngora, entonces, resulta más personal que literario.
En realidad, yo creo que se admiraban mutuamente.
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
Apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin christus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.
"En realidad, yo creo que se admiraban mutuamente".
ResponderEliminarSeguro que sí.
La fina línea del amor-odio y la admiración mutua, como dice Anderea, porque nadie emplea tanta dedicación a alguien al que no se admira, aunque los celos literarios de estos dos escritores hagan ver lo contrario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, eso mismo tenía en mente, Logan y Lory, cuando mostraba mi acuerdo con la opinión de Juan.
ResponderEliminarUn abrazo, a los tres: Logan, Lory, Juan. Y buenas noches con dulces sueños.
Juan, la música que has elegido para este mes aquí me parece tremendamente triste, desesperanzada... Duele.
ResponderEliminarGracias, Juan.
ResponderEliminarQue acabe bien el día. Un abrazo.
Tampoco a mí me gustaba la música. La he cambiado.
ResponderEliminarGracias de todos modos, Juan. Que sea una buena noche o un buen día...
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