martes, 24 de agosto de 2010

Beatus ille/2 - Fragmento de Menosprecio de corte y alabanza de aldea - Fray Antonio de Guevara - España

Vida campestre - John Constable
Enlazando con la entrada anterior dedicada a Marcial, damos aquí el último capítulo de Menosprecio de corte y alabanza de aldea, de Fray Antonio de Guevara. Disfruten de este extraordinario castellano, inigualable hasta la llegada de Cervantes.

Capítulo XX
De cómo el autor se despide del mundo con muy delicadas palabras. Es capítulo muy notable.

Quédate adiós, mundo, pues no hay que fiar de ti ni tiempo para gozar de ti; porque en tu casa, ¡oh, mundo!, lo pasado ya pasó, lo presente entre las manos se pasa, lo por venir aún no comienza, lo más firme ello se cae, lo más recio muy presto quiebra y aun lo más perpetuo luego fenece; por manera que eres más difunto que un difunto y que en cien años de vida no nos dejas vivir una hora.

Quédate adiós, mundo, pues prendes y no sueltas, atas y no aflojas, lastimas y no consuelas, robas y no restituyes, alteras y no pacificas, deshonras y no halagas, acusas sin que haya quejas y sentencias sin oír partes; por manera que en tu casa, ¡oh, mundo!, nos matan sin sentenciar y nos entierran sin nos morir.

Quédate adiós, mundo, pues en ti ni cabe ti no hay gozo sin sobresalto, no hay paz sin discordia, no hay amor sin sospecha, no hay reposo sin miedo, no hay abundancia sin falta, no hay honra sin mácula, no hay hacienda sin conciencia, ni aun hay estado sin queja, ni amistad sin malicia.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio prometen para no dar, sirven a no pagar, convidan para engañar, trabajan para no descansar, halagan para matar, subliman para abatir, ríen para morder, ayudan para derrocar, toman para no dar, prestan a luego tornar, y aun honran para infamar y castigan sin perdonar.

Quédate adiós, mundo, pues en tu casa abaten a los privados y subliman a los abatidos, pagan a los traidores y arrinconan a los leales, honran a los infames e infaman a los famosos, alborotan a los pacíficos y dan rienda a los bulliciosos, saquean a los que no tienen y dan más a los que tienen, libran al malicioso y condenan al inocente, despiden al más sabio y dan salario al que es más necio, confíanse de los simples y recátanse de los avisados; finalmente, allí hacen todos todo lo que quieren y muy pocos lo que deben.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio a nadie llaman por su nombre propio; porque al temerario llaman esforzado; al cobarde, recogido; al importuno, diligente; al descuidado, pacífico; al pródigo, magnánimo; al escaso, modesto; al hablador, elocuente; al necio, callado; al disoluto, enamorado; al honesto, frío; al entremetido, cortesano; al vindicativo, honroso; al apocado, sufrido; y al malicioso, simple; y al simple, necio; por manera que nos vendes, ¡oh, mundo!, el envés por revés y el revés por envés.

Quédate adiós, mundo, pues traes a todo el mundo engañado, es a saber: que a los ambiciosos prometes honras; a los inquietos, mudanzas; a los malignos, privanzas; a los flojos, oficios; a los codiciosos, tesoros; a los voraces, regalos; a los carnales, deleites; a los enemigos, venganzas; a los ladrones, secreto; a los viejos, reposo; a los mancebos, tiempo; y aun a los privados, seguro.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio ni saben guardar verdad ni mantener fidelidad; porque a unos traes desvelados, a otros amodorridos, a otros atónitos, a otros embobecidos, a otros desatinados, a otros descaminados, a otros desesperados, a otros pensativos, a otros alterados, a otros abobados, a otros afrentados y a todos juntos asombrados.

Quédate adiós, mundo, pues en tu compañía el que acierta va más perdido, el que te halla es peor librado, el que te habla es más afrentado, el que te sigue va más descaminado, el que te sirve es peor pagado, el que te ama es peor tratado, el que te contenta va más descontento, el que te halaga es más lastimado, el que más priva es más desprivado, y el que en ti fía es más engañado.

Quédate adiós, mundo, pues para contigo ni aprovecha dones que te den, servicios que te hagan, lisonjas que te digan, regalos que te prometan, caminos que te sigan, fidelidad que te guarden, ni aun amistad que te tengan.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio a todos engañas, a todos derruecas, a todos infamas, a todos acoceas, a todos castigas, a todos lastimas, a todos atropellas, a todos amenazas, a todos enriscas, a todos despeñas, a todos enlodas, a todos acabas y aun a todos olvidas.

Quédate adiós, mundo, pues en tu compañía todos lamentan, todos suspiran, todos sollozan, todos gritan, todos lloran, todos se quejan, todos se mesan y aun todos se acaban.

Quédate adiós, mundo, pues en tu casa no aprendemos sino a aborrecer hasta matar, hablar hasta mentir, amar hasta desesperar, comer hasta regoldar, beber hasta revesar, tratar hasta robar, recuestar hasta engañar, porfiar hasta reñir y aun pecar hasta morir.

Quédate adiós, mundo, pues andando en pos de ti, la infancia se nos pasa en olvido, la puericia en experiencias, la juventud en vicios, la viril edad en cuidados, la senectud en quejas y aun el tiempo en vanas esperanzas.

Quédate adiós, mundo, pues de tu palacio sale la cabeza cargada de canas, los ojos de legañas, las orejas de sordedad, las narices de reuma, la frente de arrugas, los pies de gota, los muslos de ciática, el estómago de humores, el cuerpo de dolores y aun el corazón de cuidados.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio ninguno quiere ser bueno, lo cual parece muy claro en que cada día empozan traidores, arrastran salteadores, degüellan homicianos, queman herejes, quintan a perjuros, destierran a bulliciosos, enmordazan a blasfemos, enclavan a traviesos, ahorcan a ladrones y aun cuartean a falsarios.

Quédate adiós, mundo, pues tus criados no tienen otro pasatiempo sino ruar calles, mofar de los compañeros, recuestar damas, enviar recaudos, engañar a muchas vírgenes, ojear ventanas, escribir cartas, tratar con las alcahuetas, jugar a los dados, relatar vidas de prójimos, pleitear con los vecinos, contar nuevas, fingir mentiras, buscar regalos e inventar vicios nuevos.

Quédate adiós, mundo, pues que en tu casa a ninguno veo contento; porque si es pobre, querría tener; si es rico, querría valer; si es abatido, querría subir; si es olvidado, querría medrar; si es flaco, querría poder; si es injuriado, querríase vengar; si es privado, querría permanecer; si es ambicioso, querría mandar; si es codicioso, querríase extender; y si es vicioso, querríase holgar.

Quédate adiós, mundo, pues en ti no hay cosa fija ni segura, porque a los homenajes hienden los rayos, a los molinos llevan las crecientes, a los ganados daña la roña, a los árboles come el coco, a los panes tala la langosta, a las viñas taza el pulgón, a la madera desentraña la carcoma, a las colmenas yerman los zánganos y aun a los hombres matan los enojos.

Quédate adiós, mundo, pues no hay en tu palacio quien quiera bien a otro, porque la onza pelea con el león, el rinoceronte pelea con el cocodrilo, el águila con el avestruz, el elefante con el minotauro, el jerifalte con la garza, el sacre con el milano, el oso con el toro, el lobo con la yegua, el cuclillo con el picazo, el hombre con el hombre y todos juntos con la muerte.

Quédate adiós, mundo, pues en tu casa no hay cosa que no nos dé pena, porque la tierra se nos abre, el agua nos ahoga, el fuego nos quema, el aire nos destempla, el invierno nos arrincona, el verano nos congoja, los canes nos muerden, los gatos nos arañan, las arañas nos emponzoñan, los mosquitos nos pican, las moscas nos importunan, las pulgas nos despiertan, las chinches nos enojan y, sobre todo, los cuidados nos desvelan.

Quédate adiós, mundo, pues por tu tierra ninguno puede andar seguro, porque a cada paso se topan piedras a do tropiecen, puentes de do caigan, arroyos a do se ahoguen, cuestas a do se cansen, truenos que nos espanten, ladrones que nos despojen, compañías que nos burlen, nieves que nos detengan, rayos que nos maten, lodos que nos ensucien, portazgos que nos cohechan, mesoneros que nos engañan y aun venteros que nos roben.

Quédate adiós, mundo, pues en tu casa, si no hay hombre contento, tampoco le hay sano; porque unos tienen bubas; otros, sarna; otros, tiña; otros, cáncer; otros, gota; otros, ciática; otros, piedra; otros, ijada; otros, cuartana; otros, pleuresía; otros, asma; y aun otros, locura.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio ninguno hace lo que otro hace, porque si uno canta, otro cabe él llora; si uno ríe, otro cabe él suspira; si uno come, otro cabe él ayuna; si uno duerme, otro cabe él vela; si uno habla, otro cabe él calla; si uno pasea, otro cabe él huelga; si uno juega, otro cabe él mira; y aun si uno nace, otro a pared y medio muere.

Quédate adiós, mundo, pues no hay criado en tu palacio que no sea de algún defecto notado, porque si es alto, declina a giboso; si tiene buen rostro, es en los ojos bizco; si tiene buena frente, es angosto de sienes; si tiene buena boca, fáltanle los dientes; si tiene buenas manos, tiene malos cabellos; si tiene buena voz, habla algo gangoso; si es suelto, es también sordo; si es recio, es algo cojo; y aun si es bermejo, no escapa de malicioso.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio ninguno vive de lo que otro, porque unos siguen la corte, otros navegan la mar, otros andan en ferias, otros aran los campos, otros pescan los ríos, otros sirven señores, otros andan caminos, otros aprenden oficios, otros gobiernan reinos y aun otros roban los pueblos.

Quédate adiós, mundo, pues en tu casa ni son conformes en el vivir, ni tampoco en el morir, porque unos mueren niños, otros mozos, otros viejos, otros ahorcados, otros ahogados, otros cuarteados, otros despeñados, otros hambrientos, otros ahítos, otros hablando, otros durmiendo, otros apercibidos, otros descuidados, otros alanceados y aun otros intoxicados.

Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio ni se parecen en la condición ni menos en la conversación, porque si uno es sabio, otro es necio; si uno agudo, otro es torpe; si uno hábil, otro es rudo; si uno animoso, otro cobarde; si uno callado, otro boquirroto; si uno sufrido, otro bullicioso, y aun si uno es cuerdo, otro es loco.

Quédate adiós, mundo, pues no hay quien contigo pueda vivir y menos se apoderar, porque si como poco, estoy flaco; y si mucho, ando hinchado; si camino, cánsome; si estoy quedo, entorpézcome; si doy poco, llámanme escaso; y si mucho, pródigo; si estoy solo, asómbrome; y si acompañado, importúnome; si visito a menudo, tómanlo a importunidad; y si de tarde en tarde, a presunción; si sufro injurias, dicen que es poquedad; y si las vengo, que es crueldad; si tengo amigos, importúnanme; y si enemigos, persíguenme; si estoy siempre en un lugar, siento hastío; y si me mudo a otro, enójome; finalmente digo que lo que aborrezco me hacen tomar y lo que amo no puedo alcanzar.

¡Oh, mundo inmundo!, yo que fui mundano conjuro a ti, mundo, requiero a ti, mundo, ruego a ti, mundo, y protesto contra ti, mundo, no tengas ya más parte en mí; pues yo no quiero ya nada de ti ni quiero más esperar en ti, pues sabes tú mi determinación, y es que:

Posui finem curis;
spes et fortuna, valete.

***

Aquí se acaba el libro llamado Menosprecio de corte y alabanza de aldea, compuesto por el ilustre señor don Antonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo, Predicador y Cronista y del Consejo de Su Majestad, en el cual se tocan muchas y muy buenas doctrinas para los hombres que aman el reposo de sus casas y aborrecen el bullicio de las cortes. Fue impreso en la muy leal y muy noble villa de Valladolid por industria del honrado varón impresor de libros Juan de Villaquirán, a dieciocho de junio. Año de mil y quinientos y treinta y nueve.

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