jueves, 9 de agosto de 2018

XVII - Santiago Sylvester - Argentina


Hay
un contagio de mirar
como hay otro
contagio: el de no estar en el lugar correcto,
contagio de la década perdida que se llama
fracaso.
        Fracaso
que se esconde en cualquier parte
y desde allí avanza hasta ocupar la respiración.

Pero el fracaso es selectivo, elige
con cuidado: cada uno
con su fracaso propio, como la muerte propia a la manera
        organizada de Rilke, como el pan de cada día, la propia
        purificación o la palabra propia.

O la propia versión del que, por ejemplo, dice:

... el largo filamento que dejaba un caracol en el patio: iba de hoja en hoja, inspeccionando todo, lenta y concienzudamente, como si tuviera el deber de informar de su paso por la tierra, con su enorme memoria de animal milenario. Inmóvil ante una hoja caída, bajo el toldo que paraba el sol del verano, y nada se movía en el patio; sólo que para mí la vida era un túnel por el que soplaba un viento feroz, un arrebato que me llevaba a la otra punta: yo era succionado por la gran ventilación, y aparecía con el pelo revuelto y los ojos fuera de órbita en la otra punta del mundo: y yo no estaba aquí sino allá, donde la vida no tenía la meditación ceremoniosa y sabia del caracol sino el oleaje del caballo en el momento de saltar. Yo era ese caballo viviendo en ese caracol.
De El punto más lejano, 1999

1 comentario:

  1. Otro gran poema entre sus grandes poemas... con esa prosa final que lo redimensiona todo e invita a releerlo.

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