viernes, 25 de mayo de 2018

Fragmento de La mancha humana - Philip Roth - Estados Unidos


Entonces aparece Bronfman. ¡Bronfman el brontosaurio! ¡El señor Fortíssimo! Llega Bronfman para interpretar a Prokofiev con tal ritmo y alarde que noquea mi morbidez y la arroja fuera del cuadrilátero. Tiene un torso macizo, es una fuerza de la naturaleza camuflada en una sudadera, alguien que ha entrado en el Cobertizo Musical al salir de un circo donde es el forzudo y que se sienta ante el piano como si fuese un desafío ridículo a la fuerza gargantuesca con la que se recrea. Yefim Bronfman no parece tanto la persona que va a tocar el piano como el operario de mudanzas que va a llevárselo. Yo nunca había visto a nadie tocar el piano como lo hace este judío ruso sin afeitar, bajo y robusto, como un tonel. Cuando terminó, pensé que deberían tirar el piano, pues lo machaca, no le permite ocultar nada. Todo lo que contiene el instrumento sale afuera, y sale con las manos en alto. Y cuando lo ha hecho, cuando todo ha salido, hasta la última pulsación, el pianista se levanta y se va, dejando detrás nuestra redención. Tras un garboso ademán, se marcha de repente, y aunque lleva consigo todo su fuego, una fuerza no inferior a la de Prometeo, ahora nuestras vidas parecen inextinguibles.
Traducción de Jordi Fibla 
Cocierto para piano nº 2 - Serguéi Prokófiev 
Yefim Bronfman

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