miércoles, 6 de diciembre de 2017

Me tiraste un limón, y tan amargo - Miguel Hernández - España


Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura, sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
De El silbo vulnerado, 1934

    En este soneto, parece ser que relata un hecho real, de un día que Josefina le tiró un limón a Miguel en la cabeza porque él, estando en el huerto, le robó un beso al descuido y ella, ofendida, le tiró un limón y le produjo una herida sangrante, y además a ella parece ser que le hizo gracia el limonado hecho y encima se ríe. Este despecho o desprecio fue causa de un deseo frustrado que llevó al poeta en otros sonetos a recordar sus "delincuentes" besos, el deseo de ser besado por la amada, que tenía una "mentalidad pueblerina". FRANCISCO ESTEVE

2 comentarios:

  1. Poeta como sea, de todas maneras, que ve un poema (limonado o no) en casi cualquier hecho, imprevisto en este caso en que Miguel ensoñado en la amarilla siesta recibe un limonazo de ternura y deseo e irrefrenable atracción de su amada Josefina, con quien al parecer eran frecuentes los besos delincuentes. Al menos otro poema así lo refiere, ese que dice:

    "Te me mueres de casta y de sencilla:
    estoy convicto, amor, estoy confeso
    de que, raptor intrépido de un beso,
    yo te libé la flor de la mejilla.

    Yo te libé la flor de la mejilla,
    y desde aquella gloria, aquel suceso,
    tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
    se te cae deshojada y amarilla..."

    ...y en el que también alude al beso que evoca Esteve.

    Sigue siendo mi preferido, Miguel Hernández, desde que lo conocí por el disco del Nano, también una suerte de limonazo o de algo indescriptible que me sacudió de por vida.

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  2. Pobrecillo Miguel, que no puede ni darle un beso a su amada, qué barbaridad, que frustacióbn.
    Otros tiempos, claro.

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