domingo, 2 de abril de 2017

Literatura y ciencia/ 24 - Narciso - Juan Malpartida - España


A ver, a ver, me digo, mientras subo las escaleras de mi casa, mientras bajo las escaleras para salir a la calle, a ver a ver, me digo al sentarme en esta mesa a escribir, al abrir un nuevo o viejo libro. Ah, aquella vieja bacteria, o aquella célula eucariota, tan lejana y, sin embargo, aquí mismo tras unos millones de años de evolución y déjame que yo lo hago mejor, muto, me adapto al medio, y me afirmo y me complico. Y ahora miren el ojo, desde la retina compuesta de calcita del trilobites al de la mosca: barroca catedral en cuyo centro baila un delicioso grano de azúcar. Y dicen que es sólo por vivir, complejidades del gen para mantener su élan afirmativo pese a quien pese, aunque Bach y el tiempo que Proust recobró sub specie literaria… A ver, me digo mientras cierro los ojos y caigo en los brazos de la primera muchacha, en el paleolítico. A ver, esta tarde en la que decido no hacer nada salvo reírme de Buda, de Sócrates, de Cristo, del progreso y de la nostalgia, de las mañanas de domingo del franquismo, de los libros que he coleccionado como si fueran la eternidad en pedazos, sabiendo que la eternidad es opuesta al tiempo, que es el vivir. Y luego sufro por el pájaro que se posa en mi balcón, y por el buey cuyo fragmento he devorado al mediodía, y por el hambre de los animales y el hambre del hombre. Un día los árboles, cansados de nuestras aceras y asfaltos, nos ahogarán: se confabularán para no producir oxígeno, ese detritus que respiramos a pleno pulmón. Los árboles y las plantas suspenderán un rato su vieja tarea de fotosíntesis, y al fin se quedarán solos, sin los animales, cierto, sin el hombre, verdísimos al fin de clorofila, ocupando los nichos que antes hemos explotado. Alguna flor echará de menos al insecto, a la boca que traga y defeca donde nuevamente germina, pero a cambio se extenderán por el planeta, ya sin tráfico, ni ruidos, ni cortadoras de césped. A ver, a ver, me digo. Pero me compadezco, mientras bajo a la calle a buscar una botella de vino y un poco de jamón, me compadezco porque los genes se han empeñado en dotarnos de una laringe más baja, con ese huesito hioides, en fin, para que hablemos y así, de unos a otros, nos pasemos la información, sujeta a la memoria y al error, a las lenguas y las mutaciones, las correcciones, las notas a pie de página, los diálogos y sus comentarios ergotistas, el verso yámbico, el juglaresco, la boba admiración de los conceptos, la música que recrea y enamora, la energía igual a la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz, la dilatación del tiempo, en fin: ¿sabe el gen que con una cierta organización de la materia y del lenguaje, con nuestros dos pares de veintitrés cromosomas, se está contemplando en las fluidas aguas del tiempo? Ah, qué tarde tan melancólica.

2 comentarios:

  1. Genial. "...A ver, esta tarde en la que decido no hacer nada salvo reírme de Buda, de Sócrates, de Cristo, del progreso y de la nostalgia, de las mañanas de domingo del franquismo, de los libros que he coleccionado como si fueran la eternidad en pedazos, sabiendo que la eternidad es opuesta al tiempo, que es el vivir..."

    A ver, es cierto que estoy muy sensible por estos días, pero me ha hecho lagrimear esta prosa inclasificable de Juan Malpartida, al que celebro conocer a partir de hoy.

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  2. Prosa poética difícilmente clasificable, sí, pero sugerente.
    Habrá que poner más cosas de Malpartida.

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