miércoles, 26 de agosto de 2015

Himnos homéricos - Anónimo - Antigua Grecia


VI 
A AFRODITA
1 Cantaré a la de áurea corona, veneranda y hermosa Afrodita, a quien se adjudicaron las ciudadelas todas de la marítima Chipre, adonde el fuerte y húmedo soplo del Céfiro la llevó por las olas del estruendoso mar entre blanda espuma; las Horas, de vendas de oro, recibiéronla alegremente y la cubrieron con divinales vestiduras, pusieron sobre su cabeza inmortal una bella y bien trabajada corona de oro y en sus agujereados lóbulos flores de oricalco y de oro precioso, y adornaron su tierno cuello y su blanco pecho con los collares de oro con que se adornan las mismas Horas, de vendas de oro, cuando en la morada de su padre se juntan al coro encantador de las deidades. Mas, así que hubieron colocado todos estos adornos alrededor de su cuerpo, lleváronla a los inmortales: éstos, al verla, la saludaron, le tendieron las manos, y todos deseaban llevarla a su casa para que fuera su legítima esposa, admirados de la belleza de Citerea, de corona de violetas.

19 Salve, diosa de arqueadas cejas, dulce como la miel; concédeme que alcance la victoria en este certamen y da gracia a mi canto. Y yo me acordaré de ti y de otro canto.


XI
A ATENEA
1 Empiezo a cantar a la poderosa Palas Atenea, protectora de las ciudades, que se cuida, juntamente con Ares, de las acciones bélicas, de las ciudades tomadas, de la gritería y de los combates; y libra al pueblo al ir y al volver [del combate].

5 Salve, diosa; y danos suerte y felicidad.


XXI
A APOLO
1 Oh Febo, el cisne te canta melodiosamente debajo de sus alas mientras va saltando en la orilla, junto al río Peneo, abundante en remolinos; y el aedo de dulce lenguaje te canta siempre el primero y el último, pulsando la melodiosa cítara.

5 Así, pues, salve, oh rey, a quien intento propiciar con el canto.


XXX
A LA TIERRA MADRE DE TODOS
1 Cantaré a la Tierra, madre de todas las cosas, bien cimentada, antiquísima, que nutre sobre la tierra todos los seres que existen: cuantos seres se mueven en la tierra divina o en el mar y cuantos vuelan, todos se nutren de tus riquezas. De ti proceden los hombres que tienen muchos hijos y abundantes frutos, oh venerable; a ti te corresponde dar y quitar la vida a los mortales hombres. Feliz aquel a quien tú honras, benévola, en tu corazón, pues todo lo tiene en gran abundancia. Para hombres tales la fértil tierra se carga de frutos, en el campo abunda el ganado, y la casa se les llena de bienes; ellos reinan, con leyes justas, en ciudades de hermosas mujeres, y una gran felicidad y riqueza los acompaña; sus hijos se vanaglorian con pueril alegría; las doncellas juegan y saltan, con ánimo alegre y en coros florecientes, sobre las blandas flores de la hierba. Tales son los que tú honras, veneranda, pródiga diosa.

17 Salve, madre de los dioses, esposa del estrellado Cielo. Dame, benévola, por este canto una vida que sea grata a mi ánimo; mas yo me acordaré de ti y de otro canto.
Traducción directa del griego de Luis Segalá i Estalella

5 comentarios:

  1. Suenan los Himnos, suenan sus versos, suena también la pintura de Cabanel...

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  2. Los himnos se dieron en llamar homéricos, pero parece ser que ninguno de ellos es de Homero, fuese quien fuese ese Homero, una persona o un colectivo, que esa es otra. Según los estudiosos, puede haber hasta siete siglos de diferencia entre unos y otros himnos. No importa, se leen con placer.

    Cabanel fue un pintor bastante académico (detestaba, por ejemplo, el impresionismo), pero un buen maestro de pintores.

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  3. Sí, de varios autores a través de varios siglos.

    Respecto de Cabanel, Enid Starkie lo menciona en su biografía de Rimbaud, quien solía meterse en su casa por las noches y dormirse, muchas veces borracho, en un sofá del salón comedor.

    Esta anécdota sobre el Nacimiento de Afrodita de Cabanel y el Desayuno en la Hierba de Manet es también interesante.

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  4. http://www.artehistoria.com/v2/obras/4089.htm

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  5. No conocía esa anécdota, o si la conocí alguna vez se me olvidó. Muy interesante, efectivamente: la lucha en aquellos años entre el clasicismo y la modernidad que irrumpía con fuerza.

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