lunes, 15 de diciembre de 2014

La belleza convulsa (II) - Francisco Umbral - España


13, DOMINGO

    [...] Crepuscular siglo XX, como luego ha probado el tiempo. Siglo iluminado de una luz apaisada y rojiza en la que vienen los cantos de Bela Bartok, los claros de luna enferma, rojiza, de Rubinstein, los campos locos y girantes de Van Gogh, las banderas soviéticas, bajo las cuales los nobles que no creían servir para nada se afanan enseñando idiomas a los niños rusos: los idiomas de su infancia cosmopolita. Porque "el que no trabaja, no come".
    Lus horizontal y febril de la tarde, que los neoclásicos ignoran porque siempre se han regocijado más temprano. Luz que sólo da en los ojos ciegos de Max Estrella, en la nariz congestiva de Verlaine, en alguna vocal de Rimbaud, en la boca/trébol de Marléne y en la rosa homicida que besa a Rilke.
    Luz rasante, inervante y tristísima que daba en nuestras tardes de niños de la guerra, en nuestra calle de Oriente a Poniente, mientras Hitler se iba llenando de condecoraciones como cicatrices, de cicatrices como condecoraciones de metralla.
    Tras aquella ruina de luz crepuscular, en el siglo había venido la noche, y es cuando el surrealismo decide meter la cabeza de Baudelaire bajo el ala de la Victoria de Samotracia, y de eso nacen Paul Elouard y Salvador Dalí, univitelinos de Gala. Huyendo de la luz que nos huye, Freud había buscado previamente la noche del alma como cuévano del hombre y explicación de sus terrores, que eran todos heredados del cuévano materno. Hay en todo el arranque del siglo, y en su continuidad, un volver del hombre civilizadísimo a las cavernas, que ahora son cavernas del ser. El hombre del siglo XX es, en este sentido, el nuevo hombre de las cavernas -circularidad obvia de la Historia/Prehistoria-, y los amores nocturnos priman sobre los amores diurnos. Es cuando Freud nos construye un yo secreto y cuando Hitler se construye un Berlín Subterráneo.
    El rosa y el azul de Picasso quedaban arriba, no mirados por nadie. La luz cansada de la tarde pasaba por entre la melena de Einstein y por los balcones de mi barrio. La humanidad se acogía al sueño, al yo desconocido de las tinieblas, al alcantarillado sexual del hombre. [...]

7 comentarios:

  1. Me la compré, La Belleza Convulsa, ayer aquí en una plaza donde venden usados. Una edición de Seix Barral en impecable estado como su contenido impecable... Lo que has logrado.

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  2. No te arrepentirás. Umbral escribió montones de libros, pero te recomendaría también, entre otros muchos, "Mortal y rosa", dedicado a su hijo muerto. Pura prosa poética.

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  3. Ya lo estoy buscando. Y agradecido de antemano.

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  4. "La luz cansada de la tarde pasaba por entre la melena de Einstein y por los balcones de mi barrio."
    Ya solo por esto.

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  5. Y por todo lo demás. Aunque le dieron todo tipo de premios, creo que nunca se le hizo la justicia necesaria. ¿Por qué nunca entró en la Academia, cuando no ha habido escritor en el siglo XX (vale, Valle-Inclán, uno de sus maestros) que haya hecho tanto por el idioma como él?

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  6. A lo mejor era porque escribía sobre los políticos...
    Es la razón asimismo de que nos lo nieguen empeciandamente a los de La Lente Opaca.
    A tomar por...

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  7. Tal vez por eso, sí, y también por envidias entre escritores, que de eso hay mucho. En el caso de "La lente opaca" está clarísimo.

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