viernes, 10 de mayo de 2013

Cantar de Mio Cid (fragmentos) - Anónimo - España


CANTAR PRIMERO
Destierro del Cid

3
EL CID ENTRA EN BURGOS

    Mio Çid Roy Díaz,    por Burgos entróve.
En sue conpaña    sessaenta pendones;
exien lo veer    mugieres e varones,
burgeses e burgesas,    por las finiestras sone,
plorando de los ojos,    tanto avien el dolore.
De las sus bocas    todos dizían una razóne:
"Dios, qué buen vasallo,    si oviesse buen señore!"

4
NADIE HOSPEDA AL CID. SÓLO UNA NIÑA LE DIRIGE LA PALABRA PARA MANDARLE ALEJARSE. EL CID SE VE OBLIGADO A ACAMPAR FUERA DE LA POBLACIÓN, EN LA GLERA

    Combidar le ien de grado,    mas ninguno non osava:
el rey don Alfonso    tanto avie le grand saña.
Antes de la noche    en Burgos dél entró su carta,
con grand recabdo    e fuertemientre seellada:
que a mio Çid Roy Díaz    que nadi nol diessen posada,
e aquel que gela diesse    sopiesse vera palabra
que perdiere los averes    e más los ojos de la cara,
e aun demás    los cuerpos e las almas.
Grande duelo avien    las yentes cristianas;
ascóndense de mio Çid,    ca nol osan dezir nada.
    El Campeador    adeliñó a su posada;
así como llegó a la puorta,    fallóla bien cerrada,
por miedo del rey Alfons,    que assí lo pararan:
que si non la quebrantás,    que non gela abriessen por nada.
Los de mio Çid    a altas vozes llaman
los de adentro    non les querién tornar palabra.
Aguijó mio Çid,    a la puerta se llegaua,
sacó el pie del estribera,    una feridal dava;
non se abre la puerta,    ca bien era çerrada.
    Una niña de nuef años    a ojo se parava:
"Ya Campeador,    en buena çinxiestes espada!
"El rey lo ha vedado,    anoch dél entró su carta,
"con grant recabdo    e fuertemientre seellada.
"Non vos osariemos    abrir nin coger por nada;
"si non, perderiemos    los averes e las casas,
"e aun demás    los ojos de las caras.
"Çid, en el nuestro mal    vos non ganades nada;
"mas el Criador vos vala    con todas sus vertudes santas."
Esto la niña dixo    e tornós pora su casa.
Ya lo vede el Çid    que del rey non avie graçia.
Partiós dela puerta,    por Burgos aguijaua,
llegó a Santa María,    luego descavalga;
finçó los inojos,    de coraçón rogava.
La oraçión fecha,    luego cavalgava;
salió por la puerta    e Arlançón passava.
Cabo Burgos essa villa    en la glera possava,
ficava la tienda    e luego descavalgava.
Mio Çid Roy Díaz,    el que en buena çinxo espada,
posó en la glera    quando nol coge nadi en casa;
derredor dél    una buena compaña.
Assí posó mio Çid    commo si fosse en montaña.
Vedada l'an conpra    dentro en Burgos la casa
de todas cosas    quantas son de vianda;
nol osarien vender    al menos dinarada.
(Texto fijado por Ramón Menéndez Pidal)

    En este último fragmento se inspiraría Manuel Machado para componer su famoso poema Castilla.

Versiones modernizadas del texto original:
3
    Mio Cid Ruy Díaz entra en Burgos. Le acompañan sesenta pendones. Salen a verle hombres y mujeres, y en las ventanas se ven a vecinas y vecinos llorando, tanto es su dolor. De todas las bocas brotan estas palabras: "¡Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor!"

4
    Le hospedarían todos de buena gana, pero nadie se atreve a hacerlo por temor al rey Alfonso. Antes del anochecer, había llegado a Burgos una carta suya previniéndoles severamente y con todo rigor, que  aquél que se atreviese  a dar posada al Cid perdería  todos sus bienes y aun los ojos de la cara, e incluso el cuerpo y el alma. Los cristianos, con gran dolor, se esconden de Mio Cid y no se atreven a hablarle.
   El Campeador se encamina a su posada, pero al llegar a la puerta la encuentra cerrada a cal y canto. Los acompañantes comienzan a llamar a grandes voces, pero nadie les contesta. Aguija el Cid y pega una patada en la puerta, pero no consigue abrirla.
    Una niña de nueve años se acerca: "¡Oh, Campeador, que en buena hora ceñiste espada. El rey nos ha prohibido recibiros. Anoche llegaron sus cartas; no nos atrevemos a abriros y daros asilo, porque perderíamos nuestros bienes y propiedades y aun los ojos de la cara! ¡Oh, Cid, con nuestro daño no ganaríais nada! El Creador os ayude con todas sus gracias".
    Esto dijo la niña y volvió a su casa. El Cid comprendió que no obtendría benevolencia del rey y, alejándose de la puerta, aguijó hacia Burgos; llegó a Santa María (la catedral) y, descabalgando, púsose a rezar. Una vez hecha la oración, volvió a cabalgar, salió de la población y pasó el Arlanzón. Acampó en los arenales próximos a Burgos -ya que nadie quiso acogerle en su casa-, como si fuese en montaña. Le han prohibido comprar dentro de la población incluso aquellos alimentos necesarios para una sola persona (dinarada). (Versión de Juan Nadie)

    Mejor que la versión prosaica y pedestre de Juan Nadie es la de Camilo José Cela:
3
EL CID ENTRA EN BURGOS

    Mio Cid Ruy Díaz llega y ya por Burgos entró.
Sesenta pendones lleva de su compañía en pos.
Se asomaron para verle todos, mujer y varón,
y la gente burgalesa a las ventanas salió
con lágrimas en los ojos, tan grande era su dolor.
Y de las bocas de todos salió una misma razón:
"¡Dios, qué buen vasallo haría, si tuviese buen señor!"

4
EL REY ALFONSO PROHÍBE DARLE POSADA. LAS GENTES NI HABLAN NI ABREN SUS PUERTAS AL CID. UNA NIÑA ROMPE EL SILENCIO DE LOS BURGALESES. EL CID ACAMPA EN LA GLERA DE BURGOS

    Convidarlo harían de buen grado, pero ninguno lo osaba
porque don Alfonso, el rey, teníale muy gran saña.
Antes de llegar la noche, a Burgos mandó su carta
con gran reserva y cuidado y fuertemente sellada,
diciendo que a Mio Cid nadie le diese posada,
y aquel que se la diese supiese, por su palabra,
que perdía los haberes y los ojos de la cara;
que también perdía el cuerpo y que perdía hasta el alma.
Gran duelo tienen entonces todas las gentes cristianas.
Se esconden de Mio Cid, nadie osa decirle nada.
    Ruy Día el Campeador adeliñó a su posada;
tan pronto llegó a la puerta, encontróla bien cerrada.
El miedo del rey Alfonso hizo que así la topara;
que si no la quebrantase no se la abrieran por nada.
Las gentes de Mio Cid con grandes voces llamaban,
pero las gentes de dentro no devuelven la palabra.
El Cid aguijó el caballo, a la puerta se llegaba.
Sacó el pie de la estribera y un fuerte golpe le daba,
pero no se abre la puerta, que estaba muy bien cerrada.
    Una niña de nueve años a su vista se paraba:
"Escuchadme, Campeador, que en buena ceñiste espada,
el rey así lo ha vedado, que anoche de él llegó carta
con gran reserva y cuidado y fuertemente sellada.
No podemos atrevernos a abrir la puerta por nada,
que de hacerlo perderemos los haberes y las casas
y aun, además, perderemos los dos ojos de la cara.
Mio Cid, con nuestro mal, vos no habéis de ganar nada.
Id, que el Creador os valga con toda su virtud santa."
Esto dijo la niña y tornó para su casa.
Ya vio Ruy Díaz el Cid que del rey no había gracia.
Apartose de la puerta y por Burgos aguijaba,
llegó hasta Santa María y muy luego descabalga:
hincose en tierra de hinojos, muy de corazón rogaba.
Cuando la oración fue hecha, de nuevo el Cid cabalgaba.
Saliose el Cid por las puertas y ya el Arlanzón pasaba.
Cabe Burgos, esa villa, en el cascajal posaba;
la tienda mandó plantar y muy pronto descabalga.
Posó Mio Cid Ruy Díaz, que en buen hora ciñó espada,
en la glera, porque nadie quiso acogerlo en su casa.
Pero en derredor de él está muy buena compaña.
Así posó Mio Cid como posara en montaña.
Vedado tenía el rey que en Burgos comprara nada
de todas aquellas cosas que puedan ser de vianda;
nadie osaría venderle ni siquier la dinarada.

    El Cantar de Mio Cid es la primera obra narrativa extensa de la literatura española en lengua romance. Es un cantar de gesta que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar.
    Seguramente se comenzó a componer varias décadas antes de 1200. Solamente se conserva una copia -en la Biblioteca Nacional- realizada en el siglo XIV (como se deduce de la letra del manuscrito) a partir de otra que data de 1207 y que fue llevada a cabo por un copista llamado Per Abbat, que en el explicit -como era costumbre entre los amanuenses medievales, que cuando finalizaban su labor de transcripción añadían su nombre y la fecha- escribe:

                    Quien escrivió este libro
                    del(e) Dios paraíso, amén.
                    Per Abbat le escrivió en el mes de mayo
                    en era de mil e CCXLV años.

    Para la datación actual, hay que restarle 38 años. No deben entenderse el primero y el tercer verso como que Per Abbat fue el compositor de la obra, sino solamente un copista.
    Una mano posterior, de algún juglar que lo aprendería para recitarlo a sus oyentes, añadió estos versos:

                    El romanz es leído,
                    datnos del vino;
                    Si non tenedes dineros,
                    echad allá unos peños,
                    que bien nos lo darán sobr'elos.

    Peños son prendas que se daban en lugar de dinero, y que luego el juglar vendía para comprar vino, como indican los últimos versos.

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