lunes, 4 de junio de 2012

Follas novas (Hojas nuevas)/3 - Rosalía de Castro - España

Paisaje - Deside (Galicia)
3
Varia

Vamos bebendo
-Teño tres pitas brancas
e un galo negro,
que han de poner bos ovos,
andando o tempo;
i hei de vendelos caros
polo xaneiro,
i hei de xuntalos cartos
para un mantelo,
i heino de levar posto
no casamento,
i hei...

-Pois mira, Marica,
vai por un neto,
que antramentas non quitas
eses cerellos,
i as pitas van medrando
con galo negro,
para poñelos ovos,
e todo aquelo
do xaneiro, dos cartos
i o casamento,
miña prenda da ialma,
¡Vamos bebendo!

Tristes recordos
Unha tarde alá en Castilla
brilaba o sol cal decote
naqueles desertod brila:

craro, ardoroso e insolente,
con perdón del, pois n'é modo
aquel de queimala xente

e secar con tales bríos
a probe inxeliña prante,
a fonte, os sedentos ríos.

Unha tarde, ¡ouh, qué tristeza
me acometéu tan traidora,
véndome en tal aspereza!

¡Adónde vin á parar!,
pensaba mirando o ceo
para a terra non mirar.

Porque o ceo era, eso sí,
un máis ou menos azul
como o que temos aquí.

Mentras que a terra, ¡bon Dios...!
Señor, ¿posibre será
que aquéla a fixeses Vós?

Mais, ¿por qué estrañarme tal
si as cousas que Vós facés
jamás as facedes mal?

Fixestes tan tristes llanos,
mais fixécheos, Dios cremente,
sóio para os castellanos.

¡Ai!, cada pomba ó seu niño,
cada conexo ó seu tobo,
cada ialma ó seu cariño.

Aquesto me eu repetía
naquela tarde, recordo
de negra malencolía.

E namentras, contempraba
da igual, extensa llanura
a terra que branqueaba;

do largo pinar cansado
a negra mancha sin término,
do puebro o color queimado;

y antre o chan i o firmamento,
as nubes de denso polvo
que iba levantando o vento;

do deserto fiel imaxe,
¡co mesmo alento de brasa,
co mesmo ardente coraxe!

Ó lonxe o mular pasaba,
viña a tourada máis preto,
a ovella enferma balaba,

e no xa queimado espiño,
funxido do sol ardente
pousábase o paxariño.

¡Dios mío, qué ansia cativa!
Pesaba en min a tristeza
cal se me enterrasen viva.

Lembranzas da terra hermosa,
calmá ca vosa frescura
as penas da alma chorosa;

porque ese sedento río
envolto en malinas brétemas,
dá callentura, dá frío.

De pronto oín un cantar,
cantar que me conmovéu
hastra facerme acorar.

¡Era a gallega canzón,
era o alalá..., que fixo
bater o meu corazón

con un estraño bater,
doce, como o ben amar,
fero, como o padecer!

De polvo e sudor cubertos
ca fouce ó lombo, corrían
por aqués campos desertos

un fato de segadores...
¡Y eran eles, eran eles
os meigos dos cantadores!

¡Adiós, pinares queimados!
¡Adiós, abrasadas terras
e cómaros desolados!

Pechéi os ollos e vin...:
vin fontes, prados e veigas
tendidos ó pe de min.

Mais cando a abrilos tornéi,
morrendo de soidades,
toda a chorar me matéi.

E non paréi de chorar
nunca, hastra que de Castela
houbéronme de levar.

Leváronme para nela
non me teren que enterrar.

*
Chirrar dos carros da Ponte,
tristes campanas de Herbón:
cando vos oio partídesme
as cordas do corazón.

Ceboleiras que is e vindes
de Adina polos camiños,
á beira do camposanto
pasá leve e paseniño.

Que anque din que os mortos n'oien,
cando ós meus lle vou falar,
penso que anque estén calados
ben oien o meu penar.

3
Varios

Vamos bebiendo
-Tengo tres pollas blancas
y un gallo negro,
que han de poner buenos huevos,
andando el tiempo;
y he de venderlos caros
allá por enero,
y he de juntar los cuartos
para un buen manto,
y lo he de llevar puesto
en el casamiento,
y he...

-Pues mira, María,
ve por un trago,
que mientras no te quites
esos harapos,
y no crezcan las pollas
con el gallo negro,
para poner los huevos,
y todo aquello
de enero, de los cuartos
y del casamiento,
mi prenda del alma,
¡vamos bebiendo!

Tristes recuerdos
Una tarde allá en Castilla
brillaba el sol como siempre
en aquellos desiertos brilla:

claro, ardoroso e insolente,
con perdón de él, pues no es modo
aquel de quemar a la gente

y secar con tales bríos
la pobre planta inocente,
la fuente, los sedientos ríos.

Una tarde, ¡oh, qué tristeza
me acometió tan traidora,
viéndome en tal aspereza!

¡Adónde vine a parar!,
pensaba mirando el cielo
para la tierra no mirar.

Porque el cielo era, eso sí,
más o menos azul
como el que tenemos aquí.

Mientras que la tierra, ¡buen Dios...!
Señor, ¿posible será
que aquella la hicieseis Vos?

Mas, ¿por qué extrañarme tal
si las cosas que Vos hacéis
jamás las hacéis mal?

Hicisteis tan tristes llanos,
mas los hicisteis, Dios clemente,
sólo para los castellanos.

¡Ay!, cada paloma a su nido,
cada conejo a su hoyo,
cada alma a su cariño.

Esto yo me repetía
aquella tarde, recuerdo
de negra melancolía.

Y mientras, contemplaba
de la igual y extensa llanura
la tierra que blanqueaba;

del largo pinar cansado
la negra mancha sin término,
del pueblo el color quemado;

y entre suelo y firmamento,
las nubes de denso polvo
que iba levantando el viento;

del desierto fiel imagen,
¡con el mismo aliento de brasa,
con el mismo ardiente coraje!

A lo lejos las mulas pasaban,
venían los toros más cerca,
la oveja enferma balaba,

y en el ya quemado espino,
huyendo del sol ardiente
posábase el pajarillo.

¡Dios mío, qué ansia cautiva!
Pesaba en mí la tristeza
cual si me enterrasen viva.

Membranzas de la tierra hermosa,
calmad con vuestra frescura
las penas del alma llorosa;

porque este sediento río
envuelto en malignas nieblas,
da calentura, da frío.

De pronto oí un cantar,
cantar que me conmovió
hasta hacerme angustiar.

¡Era la gallega canción,
era el 
alalá1..., que hizo
latir mi corazón

con un extraño latir,
dulce, como el amar,
fiero, como el sufrir!

De polvo y sudor cubiertos
con la hoz al hombro, corrían
por aquellos campos desiertos

un grupo de segadores...
¡Y eran ellos, eran ellos
los hechiceros cantores!

¡Adiós, pinares quemados!
¡Adiós, abrasadas tierras
y cerros desolados!

Cerré los ojos y vi...:
vi fuentes, prados y vegas
tendidos al pie de mí.

Mas cuando a abrirlos torné,
muriendo de soledades,
toda a llorar me eché.

Y no paré de llorar
nunca, hasta que de Castilla
hubiéronme de llevar.

Lleváronme para en ella
no tenerme que enterrar.2

*
Chirriar de los carros de Ponte3,
tristes campanas de Herbón4:
cuando os oigo me partís
las cuerdas del corazón.

Cebolleras que vais y venís
de Adina5 por los caminos,
a la vera del camposanto
pasad leve y a pasitos.

Que aunque digan que los muertos no oyen,
cuando a los míos les voy a hablar,
pienso que aunque estén callados
bien escuchan mi penar.

Versión castellana y notas de María Asensio

1 Estribillo onomatopéyico con que suelen acabar los cantares gallegos.
2 Los años que vivió Rosalía en Castilla sintió en su propia piel esta nostalgia de su tierra verde y húmeda de Galicia, frente al desierto que para ella era ese paisaje castellano, seco, de polvo y sol ardiente.
3 Puede referirse a Pontecesures, cerca de Padrón, o a Ponte Sarela, muy cerca de Santiago.
4 Pueblo cercano a Padrón, junto al río Ulla.
5 Alude al cementerio de Adina.

4 comentarios:

  1. Esto es morriña y lo demás son tonterías.
    "Vamos bebiendo" es como muy ingenuo, tiene su gracia.
    Por cierto, yo sí he estado en su casa museo en Padrón, hala.

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  2. Pues yo no, porque una vez que fui estaba cerrada, la madre que... Claro que me resarcí comiéndome una ración de pimientos, que "si unos pican e outros non", estos picaban todos, los jodíos.

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  3. De esa manera hacías el camino en menor tiempo.

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  4. ...los parió a los de Padrón (a los pimientos)

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