Me gusta estar solo. Soy capaz
de disfrutar mi soledad durante meses
y no necesito más que mi cabeza
para llenar el tiempo.
Pero de vez en cuando
soy débil y me duele,
y salgo y busco en los demás
(no porque me interesen,
más bien porque me hacen falta),
y con ellos me olvido un rato
y recupero fuerzas
antes de volver conmigo.
Otras veces, como ahora,
el deseo es menos fuerte
y me basta con entrar en un bar,
sentarme en una mesa y comer
asistiendo de cerca a la vida
de los hombres, escuchar
qué cosas dicen, observar
cómo gesticulan, cómo se llevan
un trozo de pan a la boca,
y sentir la ternura
de una madre sin hijo, un llanto
que no llega a estallar,
una piedad descomunal
por ellos y por mí,
por todos nosotros,
panda
de pobres
diablos.
Me gusta el cuadro.
ResponderEliminar...panda de pobres diablos...
ResponderEliminarcoincido!
Me gusta este post de soledades compartidas.
ResponderEliminarEs lo que existe, la soledad compartida.
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