Para ti nunca fui más que un pedazo
de mármol. Esculpiste en él mi cuerpo,
un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
en el que nunca viste más que piedra
y el orgullo, eso sí, de tu trabajo.
Jamás imaginaste que te amaba
y que me estremecía cuando, dulce,
moldeabas mis senos y mis hombros,
o alisabas mis muslos y mi vientre.
Hoy estoy en un parque, donde sufro
los rigores del frío en el invierno,
y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos porque queman.
Pero, de todo, lo que más me duele
es bajar la cabeza y ver la placa:
"Desnudo de mujer", como otras muchas.
Ni de ponerme un nombre te acordaste.
Durante veinte años he tratado
con muy pocas personas. Desatento
a todo lo que no fuera solsticio
o equinoccio,
en la soberanía del invierno
y el verano
celebraba mis fiestas
esperándote.
Adonde me invitaban, no acudí.
¿El motivo? Uno solo:
me concentro mejor en un ciprés
que en las conversaciones.
Así he concluido
que cada árbol es un incontable
como el agua.
Así son cada vez más las personas
a las que quiero mucho y veo poco.
Un ángulo me basta,
un libro y un amigo, un sueño breve.
Tiempo para el amor es lo que pido.
En los actos sociales pienso en ti.
Casi siempre
entre el ruido de copas, de palabras,
llega cierto momento en el que pienso:
Necesito urgentemente ver a un limpio de corazón.
Hablar con él. Guardarme entre sus brazos.
Descansar mi cabeza
encima de la roja frecuencia de su vida.
Únicamente esto,
que en los actos sociales pienso en ti.
Oyendo a Dinah Washington -son las diez de la noche
de un veintitrés de octubre-, se me ocurre decirle
al presunto lector de mi "literatura"
que procure evitarla como se evita a un huésped
molesto -un erudito, una rata en el baño-,
y que si, por alguna razón que se me escapa,
quiere seguir leyendo, que entienda lo que lee
como lo que es: un grito (o un susurro) de angustia
y soledad.
En Roma en el Campo dei Fiori
canastas de aceitunas y limones,
adoquines salpicados con vino
y restos de flores.
Los vendedores cubren los caballetes
con pescados color rosa;
brazadas de uvas oscuras
apiladas junto a las pelusas de duraznos.
En esta misma plaza
Giordano Bruno fue quemado.
Sus seguidores encendieron la pira
presionados por la multitud.
Antes de que las llamas murieran
las tabernas estaban llenas de nuevo,
otra vez sobre los hombros de los vendedores
canastas de aceitunas y limones.
Pensé en el Campo dei Fiori
en Varsovia por el cielo en forma de carrusel
un claro anochecer de primavera
al compás de una tonada del carnaval.
La brillante melodía ahogó
los truenos en la pared del ghetto,
y las parejas volaron
alto en el cielo carente de nubes.
A veces el viento de la quema
avienta cometas oscuros
y los jinetes en el carrusel
atraparían pétalos suspendidos en el aire.
Ese mismo viento caliente
abrió las faldas de las niñas
y las multitudes reían
en Varsovia ese hermoso domingo.
Alguien leerá como moral
que el pueblo de Roma o Varsovia
regatee, ría, haga el amor
mientras pasa frente a la pira de los mártires.
Alguien más leerá
de la muerte de las cosas humanas,
del olvido
nacido antes de que murieran las llamas.
Pero ese día sólo pensé
en la soledad de los moribundos,
de cómo, cuando Giordano
subido a la quema
no pudo encontrar
en ninguna lengua humana
palabras de humanidad,
humanidad que sobrevive.
Ya habían vuelto a su vino
o vendían su blanca estrella de mar,
habían cargado a la feria
canastas de aceitunas y limones,
y él ya estaba lejos
como si hubieran pasado siglos
mientras que se detuvieron un instante
para ver su partida en el fuego.
Aquellos muriendo aquí, los solitarios
olvidados del mundo,
nuestra lengua se vuelve para ellos
el lenguaje de un planeta antiguo.
Hasta que, cuando todo sea leyenda
y muchos años hayan pasado,
en un nuevo Campo dei Fiori
la rabia se encienda en la palabra de un poeta.
Están as nubes chorando por un amor que morreu Están as rúas molladas de tanto como choveu Lela, Lela, Leliña por quen eu morro quero mirarme nas meniñas dos teus ollos Non me deixes e ten compasión de min. Sen ti non podo, sen ti non podo vivir. Dame alento das túas palabras, dame celme do teu corazón, dame lume das túas miradas, dame vida co teu dulce amor. Lela, Lela....
La poeta uruguaya residente en Estados Unidos Ida Vitale -92 años- acaba de obtener el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en su XIII edición. Vitale, traductora, ensayista y profesora ha sido elegida por unanimidad de entre los 43 candidatos que aspiraban al galardón por su lenguaje sensorial e implicación en el cambio que ha experimentado la poesía en los últimos tiempos.
Integrante de la Generación del 45 uruguaya junto a Mario Benedetti e Idea Vilariño, sucede en el galardón a poetas como Ángel González, que lo recibió en la primera edición de 2004 o el venezolano Rafael Cadenas, que fue premiado en la pasada edición.
Ida Vitale ha sido acreedora en los últimos tiempos de premios como el Octavio Paz (2009), el Alfonso Reyes (2014) o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2015). Fue investida Doctor Honoris Causa por la Universidad de la República de Uruguay en 2010.
Obstáculos lentos
Si el poema de este atardecer
fuese la piedra mineral
que cae hacia un imán
en un resguardo hondísimo;
si fuese un fruto necesario
para el hambre de alguien,
y maduraran puntuales
el hambre y el poema;
si fuese el pájaro que vive por su ala,
si fuese el ala que sustenta al pájaro,
si cerca hubiese un mar
y el grito de gaviotas del crepúsculo
diese la hora esperada;
si a los helechos de hoy
-no los que guarda fósiles el tiempo-
los mantuviese verdes mi palabra;
si todo fuese natural y amable...
Pero los itinerarios inseguros
se diseminan sin sentido preciso.
Nos hemos vuelto nómades,
sin esplendores en la travesía,
ni dirección adentro del poema.
Patrimonio Sólo tendremos lo que hayamos dado. ¿Y qué con lo ofrecido y no aceptado, qué con aquello que el desdén reduce a vana voz, sin más, ardiente ántrax que crece, desatendido, adentro? La villanía del tiempo, el hábito sinuoso del tolerar paciente, difiere frágiles derechos, ofrece minas, socavones, grutas: oscuridad apenas para apartar vagos errores El clamor, letra a letra, del discurso agorero no disipa ninguna duda; hace mucho que sabes: ninguna duda te protege.
A la luna
Tú, que rigiendo de la noche el carro,
Sus sombras vistes de cambiantes bellos,
Dando entre nubes -que en silencio arrollas-
Puros destellos,
Para que mi alma te bendiga y ame,
Cubre veloz tu lámpara importuna...
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
Tú, que mis horas de placer miraste,
Huye y no alumbres mi profunda pena
No sobre restos de esperanzas muertas
Brilles serena.
Pero ¡no escuchas! Del dolor al grito
Sigues tu marcha majestuosa y lenta,
Nunca temiendo la que a mí me postra,
Ruda tormenta.
Siempre de infausto sentimiento libre,
Nada perturba tu sublime calma
Mientras que uncida de pasión al yugo,
Rómpese mi alma.
Si parda nube de tu luz celosa
Breve momento sus destellos vela,
Para lanzarla de tu excelso trono
Céfiro vuela.
Vuela, y de nuevo tu apacible frente
Luce, y argenta la extensión del cielo
¡Nadie, ay, disipa de mi pobre vida
Sombras de duelo!
Bástete, pues, tan superior destino;
Con tu belleza al trovador inflama;
Sobre los campos y las gayas flores
Perlas derrama;
Pero no ofendas insensible a un pecho
Para quien no hay consolación ninguna
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
Oda a la bella desnuda Con casto corazón, con ojos puros, te celebro, belleza, reteniendo la sangre para que surja y siga la línea, tu contorno, para que te acuestes a mi oda como en tierra de bosques o de espuma, en aroma terrestre o en música marina. Bella desnuda, igual tus pies arqueados por un antiguo golpe de viento o del sonido que tus orejas, caracolas mínimas del espléndido mar americano. Iguales son tus pechos de paralela plenitud, colmados por la luz de la vida. Iguales son volando tus párpados de trigo que descubren o cierran dos países profundos en tus ojos. La línea que tu espalda ha dividido en pálidas regiones se pierde y surge en dos tersas mitades de manzana, y sigue separando tu hermosura en dos columnas de oro quemado, de alabastro fino, a perderse en tus pies como en dos uvas, desde donde otra vez arde y se eleva el árbol doble de tu simetría, fuego florido, candelabro abierto, turgente fruta erguida sobre el pacto del mar y de la tierra. Tu cuerpo, en qué materia, ágata, cuarzo, trigo, se plasmó, fue subiendo como el pan se levanta de la temperatura y señaló colinas plateadas, valles de un solo pétalo, dulzuras de profundo terciopelo, hasta quedar cuajada la fina y firme forma femenina? No sólo es luz que cae sobre el mundo lo que alarga en tu cuerpo su nieve sofocada, sino que se desprende de ti la claridad como si fueras encendida por dentro. Debajo de tu piel vive la luna.
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye, luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene sus ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
La Academia Sueca acaba de conceder el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylanpor haber creado nuevas formas de expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense.
Un premio controvertido, ya que muchos piensan que no debería darse el Nobel a un cantante. Ya, pero es que Dylan no es solamente un compositor de canciones, sino uno de los tipos que mejor ha sabido ver, sobre todo en sus inicios, los signos de su época, de nuestra época. Ya lo dijo Octavio Paz: La poesía podría ser tanto un poema como un lienzo, un jarrón de la dinastía Ming o, simplemente, una canción de Bob Dylan. Además el propio Alfred Nobel dejó escrito que el premio de Literatura debería ser concedido a una persona que en el campo de la literatura haya producido una obra sobresaliente impulsada por un poderoso ideal.
Pues eso, que ya iba siendo hora.
Just Like Tom Thumb's Blues1
When you're lost in the rain in Juarez
When it's Eastertime too
And your gravity fails
And negativity don't pull you through
Don't put on any airs
When you're down on Rue Morgue Avenue
They got some hungry women there
And they really make a mess outta you
Now if you see Saint Annie
Please tell her thanks a lot
I cannot move
My fingers are all in a knot
I don't have the strength
To get up and take another shot
And my best friend, my doctor
Won't even say what it is I've got
Sweet Melinda
The peasants call her the goddess of gloom
She speaks good English
And she invites you up into her room
And you're so kind
And careful not to go to her too soon
And she takes your voice
And leaves you howling at the moon
Up on Housing Project Hill
It's either fortune or fame
You must pick one or the other
Though neither of them are to be what they claim
If you're lookin' to get silly
You better go back to from where you came
Because the cops don't need you
And man, they expect the same
Now, all the authorities
They just stand around and boast
How they blackmailed the sergeant-at-arms
Into leaving his post
And picking up Angel, who
Just arrived here from the coast
Who looked so fine at first
But left looking just like a ghost
I started out on burgundy
But soon hit the harder stuff
Everybody said they'd stand behind me
When the game got rough
But the joke was on me
There was nobody even there to call my bluff
I'm going back to New York City
I do believe I've had enough
Como los blues del Pulgarcito1
Cuando estés perdido bajo la lluvia en Juárez Y además sea tiempo de Pascua El sentido de la gravedad te falle Y el negativismo no te saque de apuros No hagas aspavientos Si estás en la avenida Rue Morgue Tienen allí unas cuantas mujeres hambrientas Que te dejarán para el arrastre Si ves a Santa Anita Por favor, dale las gracias No puedo moverme de aquí Mis dedos están hechos un lío No tengo fuerza suficiente Para levantarme y aguantar otra inyección Y el médico, mi mejor amigo Ni siquiera me dirá qué es lo que tengo Dulce Melinda Los campesinos la llaman la diosa de la melancolía Habla un buen inglés Y te invita a subir a su habitación Y tú eres tan amable Y cuidadoso que no vas por ella demasiado pronto Y te toma la voz Y te deja aullando a la luna Arriba, en el Proyecto de Construcción La Colina Están la fortuna o la fama Debes elegir la una o la otra Aunque ninguna de las dos sean lo que dicen que son Si estás pensando en armar jaleo Más te vale irte por donde viniste Porque los policías no te necesitan Y ellos, amigo, esperan lo mismo Las autoridades Están por ahí jactándose De cómo chantajearon al sargento de guardia Para que abandonara su puesto Y cogiera a Angel Que acababa de llegar de la costa Que al principio tenía buen aspecto Pero que se fue pareciendo un fantasma Empecé con el borgoña Pero pronto ataqué cosas más fuertes Todo el mundo dijo que me guardaría las espaldas Cuando el juego se hiciera violento Pero fui yo quien salió perdiendo Ni siquiera hubo alguien para contestar mi farol Me vuelvo a Nueva York Creo que ya he tenido bastante
Con los idiomas que no hablo
Babel crecería como nunca.
Con las estrellas que desconozco
Se podría dibujar un vasto planisferio.
Con los mares que no he buceado,
Con las ostras que no he abierto
Y los frutos de olor en la distancia,
Haría una tertulia de ausentes.
Con los caminos que no he andado
O las naves que no he construido,
Con los caballos que no he galopado
Podría recorrer las fronteras del mundo.
Ni siquiera sé si el rosal disfruta de su olor.
En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
su sube por la paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.
*
El juez con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses
*
La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.
Suponiendo que un hombre, una mujer
parten de puntos divergentes, dispersos en un plano,
lugares que se ignoran entre sí,
y a la velocidad del entusiasmo
emprenden la aventura, se ponen en camino,
van por ahí remando en aguas turbias,
van por ahí escuchando el vasto germinar de las semillas,
al acecho, en sigilo, ahuecando la tierra a la esperanza,
suponiendo que trazan trayectorias de curso irregular,
cada cual a su amor, virando al viento,
quebradas trayectorias cuyo sentido puede
al mínimo temblor girar hacia el vacío,
suponiendo el afán, la búsqueda, la sed,
el ensueño del goce, la ilusión y la ausencia,
calculemos, a golpe de intuición,
cuántas veces tendrán las trayectorias
que cruzarse en el brillo de unos ojos,
unos labios que invitan, unas manos que asienten,
para incendiarse a un tiempo, hombre y mujer, sembrar la tierra
de llamas como ráfagas de lluvia.
Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que había una ciudad llamada Toledo, capital del reino de los francos1. Tenía un castillo que siempre estaba cerrado. Cada vez que moría un rey de los rum2 y le sucedía otro, ponían un buen candado más, con lo que llegó a haber en la puerta veinticuatro candados, pertenecientes a otros tantos reyes. En esto subió al poder un hombre que no pertenecía a la casa real, y quiso abrir los candados para ver qué contenía aquel alcázar. Los grandes del reino trataron de evitarlo, se le opusieron y se resistieron. Pero el rey los rechazó y dijo:
- He de ver qué es lo que contiene este castillo.
Le ofrecieron todas las cosas preciosas, bienes y tesoros que poseían con tal de que no lo abriese, pero él no quiso renunciar a su propósito.
Sharazad se dió cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche doscientas setenta y dos, refirió:
Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que quitó los candados, abrió la puerta y encontró dentro dibujos que representaban a los árabes con sus caballos y camellos, con sus turbantes semicaídos, con las espadas al cinto y las largas lanzas en la mano. También había un pliego, que cogió y leyó. Decía: "Los árabes ocuparán este país cuando se abra esta puerta. Tienen un aspecto semejante al de estos dibujos. ¡Cuidado! ¡Mucho cuidado con abrir la puerta!".
Aquella ciudad se encontraba en al-Andalus, y la conquistó Tarik b. Ziyad aquel mismo año, bajo el califato de al-Walid b. Abd al-Malik, uno de los omeyas. Mató a aquel rey de mala manera, saqueó su país, hizo cautivas a las mujeres y a los jóvenes que lo ocupaban y se apoderó de sus bienes como botín.
Encontró grandes tesoros en la ciudad: más de ciento setenta diademas de perlas y jacintos, piedras preciosas y una sala de audiencias tan grande que los hombres a caballo habrían podido celebrar fiestas. También halló vasos de oro y de plata, imposibles de describir, y la mesa que había pertenecido al profeta Salomón hijo de David3, ¡sobre ambos sea la paz! Según cuentan, la mesa era de esmeralda, y aún se conserva en la ciudad de Roma. Su vajilla era de oro, y sus platos, de crisolito4 y de gemas. Encontró asímismo el Libro de los Salmos, escrito con letras griegas en hojas de oro incrustadas de pedrería. Halló también un libro en el que se describían las virtudes de las piedras y de las plantas, y en el que se trataba de las ciudades, de las alquerías, de los talismanes y de la alquimia: todo ello escrito sobre oro y plata. Un tercer libro describía el arte de tallar los rubíes y las piedras preciosas, la fabricación de venenos y de la teriaca5, la figura de la tierra, de los mares, países y minas. Vio asímismo una gran sala llena de elixires -una sóla dracma de estos transformaba mil dirhemes de plata en oro puro-, y un gran espejo redondo, maravilloso, fabricado con una aleación de metales por el profeta Salomón hijo de David, ¡sobre ambos sea la paz! Cuando alguien miraba en él, veía perfectamente los siete climas del ecúmene6. Hallaron una sala llena de jacintos bahramíes, que no pueden ni describirse. Todo esto fue llevado a al-Walid b. Abd al-Malik. Los árabes se esparcieron por todas las ciudades de al-Andalus, que constituye un magnífico país.
4 Piedra semipreciosa transparente o translúcida, de color amarillo o verde, compuesta de silicatos de magnesio y de hierro. Su nombre procede de los vocablos griegos khrysos (oro) y litos (piedra), con lo que significaría piedra dorada.
5 En el mundo clásico la teriaca era el fármaco por excelencia. Tenía más de setenta ingredientes, incluido el opio, que originalmente era antídoto universal para los venenos y las enfermedades.
6 Los geógrafos dividían las regiones por zonas o climas. El ecúmene lo constituían las zonas de la Tierra conocida habitadas permanentemente, por contraposición al anécumene, conjunto de zonas deshabitadas o sólo habitadas temporalmente.
Os soños abren las xanelas
e lámbense as feridas nas praias e nas beiras
dos ríos.
Os soños cantan coa gorxa xeada.
Como esclavos, fan tocar os tambores.
Sólo la noche es el paraíso: duermen los hombres. Los sueños abren las ventanas y se lamen las heridas en las playas y en las orillas de los ríos. Los sueños cantan con la garganta helada. Como esclavos, hacen sonar los tambores.
Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la Costa Brava
y el Camino de las Tropas.
Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche -
ya estoy viendo que esta noche
vienen del Sur los recuerdos.
Velay, señores, la historia
de los hermanos Iberra,
hombres de amor y de guerra
y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.
Suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia:
también el coraje envicia
a quien le da noche y día
el que era menor debía
más muertes a la justicia.
Cuando Juan Iberra vio
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le fue tendiendo un lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la Costa Brava.
Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de Caín
que sigue matando a Abel.
En el 32, Ellington grabó Baby when you ain't there, uno de sus temas menos alabados y al que el fiel Barry Ulanov no dedica mención especial. Con voz curiosamente seca canta Cootie Williams los versos:
I get the blues down North,
The blues down South,
Blues anywhere,
I get the blues down East,
Blues down West,
Blues anywhere.
I get the blues very well
O my baby when you ain't there ain't there
ain't there-
¿Por qué, a ciertas horas, es tan necesario decir: "Amé esto?" Amé unos blues, una imagen en la calle, un pobre río seco del norte. Dar testimonio, luchar contra la nada que nos barrerá. Así quedan todavía en el aire del alma esas pequeñas cosas, un gorrioncito que fue de Lesbia, unos blues que ocupan en el recuerdo el sitio menudo de los perfumes, las estampas y los pisapapeles.