Chet Baker - Like Someone In Love

jueves, 30 de julio de 2009

El reloj - Charles Baudelaire - Francia

Antoni Tápies
Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.

El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: "Voy a decírselo." Pocos instantes después presentóse de nuevo, trayendo un gatazo, y mirándole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirmó, sin titubear: "Todavía no son las doce en punto." Y así era en verdad.

Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazón y perfume de mi espíritu, ya sea de noche, ya de día, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de minutos ni segundos, una hora inmóvil que no está marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rápida como una ojeada.

Si algún importuno viniera a molestarme mientras la mirada mía reposa en tan deliciosa esfera; si algún genio malo e intolerante, si algún Demonio del contratiempo viniese a decirme: "¿Qué miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura? ¿Ves en ellos la hora, mortal pródigo y holgazán?" Yo, sin vacilar, contestaría: "Sí; veo en ellos la hora. ¡Es la Eternidad!"

¿Verdad, señora, que éste es un madrigal ciertamente meritorio y tan enfático como vos misma? Por de contado, tanto placer tuve en bordar esta galantería presuntuosa, que nada, en cambio, he de pediros.

El enemigo - Charles Baudelatre - Francia


Mi juventud no fue sino un gran temporal
Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.

He alcanzado el otoño total del pensamiento,
y es necesario ahora usar pala y rastrillo
Para poner a flote las anegadas tierras
Donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.

¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
Hallarán en mi suelo, yermo como una playa,
El místico alimento que les daría vigor?

-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
Crece y se fortifica con nuestra propia sangre.
Versión de Antonio Martínez Sarrión

viernes, 24 de julio de 2009

Poema doble del lago Eden - Federico García Lorca - España

Poema doble del lago Eden - Eduardo Naranjo
Nuestro ganado pace, el viento espira
GARCILASO


Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

lunes, 20 de julio de 2009

El Bosco - Rafael Alberti - España

El jardín de las delicias - El Bosco

El Diablo hocicudo,
ojipelambrudo,
cornicapricudo,
perniculimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquiconejea,
humea,
ventea,
peditrompetea
por un embudo.
        Amar y danzar,
        beber y saltar,
        cantar y reír,
        oler y tocar,
        comer, fornicar,
        dormir y dormir,
        llorar y llorar.
Mandroque, mandroque,
diablo palitroque,
        ¡Pío, pío, pío!
        Cabalgo y me río,
        me monto en un gallo
        y en un puercoespín,
        en burro, en caballo,
        en camello, en oso,
        en rana, en raposo
        y en un cornetín.
Verijo, verijo,
diablo garavijo.
        ¡Amor hortelano,
        desnudo, oh verano!
        Jardín del Amor.
        En un pie el manzano
        y en cuatro la flor.
        (Y sus amadores,
        céfiros y flores
        y aves por el ano.)
Virojo, pirojo,
diablo trampantojo.

El diablo liebre,
tiebre,
notiebre,
sepilipitiebre,
y su comitiva
chiva,
estiva,
sipilipitriva,
cala,
empala,
desala,
traspala,
apuñala
con su lavativa.
        Barrigas, narices,
        lagartos, lombrices,
        delfines volantes,
        orejas rodantes,
        ojos boquiabiertos,
        escobas perdidas,
        barcas aturdidas,
        vómitos, heridas,
        muertos.
Predica, predica,
diablo pilindrica.
        Saltan escaleras,
        corren tapaderas,
        revientan calderas.
        En los orinales
        letales, mortales,
        los más infernales
        pingajos, zancajos,
        tristes espantajos
        finales.
Guadaña, guadaña,
diablo telaraña.
        El beleño,
        el sueño,
        el impuro,
        oscuro,
        seguro
        botín,
        el llanto,
        el espanto
        y el diente
        crujiente
        sin
        fin.
Pintor en desvelo:
tu paleta vuela al cielo,
y en un cuerno,
tu pincel baja al infierno.

¿Alguien conoce un comentario mejor sobre El jardín de las delicias de El Bosco?

viernes, 17 de julio de 2009

Fragmento de Las mocedades de Ulises - Álvaro Cunqueiro - España

Ulises y las sirenas - Waterhouse
El laértida cumplió largas jornadas en el mar. En nave de ajena nación, en cuyo puente se oían extraños y oscuros acentos levantinos, navegó toda la vuelta de Fenicia y las Sirtes. La luna de las vendimias lo hayó en el mar de Siria. Alfa del Cisne presidía serena e impasible las noches. El invierno lo retuvo cirenaico, como a las golondrinas. Naufragó en nave cefalónica que subía hacia el mar de los jonios, y cabalgando un tablón violentamente arrancado a la nave por las rocas, vio las Pléyades matutinas. Las olas del mar lo llevaron a desconocido país, rico en ágoras, en las que contó notables vidas, todas diferentes y todas suyas. Muchos fuegos se consumieron delante de su voz. Asistió a solemnes batallas en las que cayeron grandes reyes de los bien ensillados caballos, quienes conocieron con los rostros ensangrentados la monarquía irrefutable del polvo terrenal. Príncipes adultos le cedieron paso, aceptando su arco infalible y la moral de sus discursos. Oyó voces misteriosas en la tierra y en el mar, y le fueron ofrecidas sidras perfumadas que daban al que bebiese eterna juventud, perpetua vida. Enamoradas bocas femeninas florecían junto a sus rodillas, y los días eran todos de sol, y el mundo un gran palacio que se le ofrecía con todas las puertas abiertas, y en los jardines el dulce verano.

Al fin, como ladrón que viene nocturno, en barca propia y único remador, asaltó el inquieto camino que conduce a Ítaca. Rogó a los vientos que le fueran propicios y ataran sus sandalias con nudos perfectos. Todas las mañanas veía a Ítaca en el horizonte, y coronaban el Partenón nubes blancas y humo carbonero. Vio pasar las golondrinas y las codornices, los malvises y la zumaya. Confiaba encontrar a Penélope en el paterno hogar. Estaría sentada al telar en que tejiera su abuela, la madre de Laertes, racimos azules en linos cándidos. Penélope saldría vespertina con la madre Euriclea, posando el inquieto oído en la nueva y solitaria noche. Laertes bajaría al muelle, en los labios el amado nombre. ¿Quién derramaba como el más preciado de los vinos, noticias de Ulises? El más banal suceso se convertiría en agüero, y nada ni nadie podría evitar que los progenitores y la esposa soñaran con los terribles naufragios, las estrepitosas batallas, las pestes locas y la muerte. El telar se llenaba de ovillos de hilo negro.

Pero Ulises, adulto fatigado, regresaba. Sus pies se hundían en la playa de Ítaca, y del roce de los pies con la arena nacía una oscura canción. El héroe se vestía con burdos paños remendados, y la barba le poblaba el pecho. Hubiera podido anudar en ella cien años...

Cunqueiro ha utilizado las historias de los brumosos celtas, de los dorados árabes, de los antiguos griegos para darnos lo que tenía que darnos, su mentira.. La literatura es siempre una mentira, la mentira de Cunqueiro nos da consolación y serenidad. Las mocedades de Ulises están escritas en un tempo sereno y de paso de paseo, nos piden una hora descansada y vagabunda y a cambio nos dan su bálsamo para las heridas que nos proporcionan nuestros días. SUSO DEL TORO

viernes, 10 de julio de 2009

Cántico - Donato Ndongo-Bidyogo - Guinea Ecuatorial

Slavery - Willie Bester
Yo no quiero ser poeta
para cantar a África.
Yo no quiero ser poeta
para glosar lo negro.
Yo no quiero ser poeta así.

El poeta no es cantor de bellezas.
El poeta no luce la brillante piel negra.
El poeta, este poeta no tiene voz
para andares ondulantes de hermosas damas
de pelos rizados y caderas redondas.

El poeta llora su tierra
inmensa y pequeña
dura y frágil
luminosa y oscura
rica y pobre.

Este poeta tiene su mano atada
a las cadenas que atan a su gente.
Este poeta no siente nostalgia
de glorias pasadas.
Yo no canto al sexo exultante
que huele a jardín de rosas.
Yo no adoro labios gruesos
que saben a mango fresco.

Yo pienso en la mujer encorvada
bajo su cesto cargado de leña
con un niño chupando la teta vacía.
Yo describo la triste historia
de un mundo poblado de blancos
negros
rojos y
amarillos
que saltan de charca en charca
sin hablarse ni mirarse.

El poeta llora a los muertos
que matan manos negras
en nombre de la Negritud.
Yo canto con mi pueblo
una vida pasada bajo el cacaotero
para que ellos merienden cho-co-la-te.

Si su pueblo está triste,
el poeta está triste.
Yo no soy poeta por voluntad divina.
El poeta es poeta por voluntad humana.

Yo no quiero la poesía
que sólo deleita los oídos de los poetas.
Yo no quiero la poesía
que se lee en noches de vino tinto
y mujeres embelesadas.

Poesía, sí.
Poetas, sí.
Pero que sepan lo que es el hombre
y por qué sufre el hombre
y por qué gime el hombre.

En El mito de la taberna pueden encontrar unas reflexiones de Donato Ndongo.

lunes, 6 de julio de 2009

La visita - Jorge Enrique Adoum - Ecuador

René Magritte
(Capítulo de novela)

Llamo a la puerta.
-Quién es, pregunto.
-Yo, contesto.
-Adelante, digo.
Yo entro.
Me veo al que fui hace tiempo.
Me espera el que soy ahora.
No se cuál de los dos está más viejo.

Poética a dos voces - Jorge Enrique Adoum - Ecuador

René Magritte
Aves corola que deshoja sin preguntar el viento
" -... vinieron en la noche, derribaron la puerta..."
por sus propios colores perseguidas
" -... hirieron al hermano y quemaron los libros..."
con las alas mojadas en estanques de altura
"-... bajaron a registrar hasta abajo del suelo..."
flechas del paraíso clavadas a su aliento
"-... rompieron los retratos, desgarraron mis ropas..."
las lineales celosas ahogadas del aire
"-... entre caballos se llevaron al marido..."
otoños en exilio forasteras del tiempo
"-... le colgaron de los dedos quebrándole las manos..."
guareciendo su pluma en bodas de algodones
"-... le han dejado con los pies en agua helada..."
amor que se adormece en la ola del vuelo
"-... ha muerto y lo enterraron no sé en dónde..."
con burbujas de nube entre los remos
"-... hoy se llevaron ya hasta a los niños."

Yo quería añadir: Su orden de aluminio...
Pero no puedo, pero no me dejan
y no quiero y me callo.
Tal vez matarlos es ahora el poema más puro.